(C) Global Voices This story was originally published by Global Voices and is unaltered. . . . . . . . . . . Estudiantes nigerianos con tartamudez enfrentan barreras y estigmas educativos [1] ['Minority Africa'] Date: 2024-06-03 Esta historia es de Yusuf Adua y se publicó originalmente en Minority Africa el 2 de mayo de 2024. Reproducimos una versión editada en virtud de un acuerdo para compartir contenido. En febrero de este año, Abdulqudus Jimoh, joven de 27 años que había conseguido ingresar directamente al segundo año en el departamento de arqueología en la Universidad Ahmadu Bello en Zaria, centro norte de Nigeria, dio una conferencia sobre recolección y gestión de datos en arqueología. “Me costaba hablar”, cuenta “entendía qué quería decir, pero no lo podía articular. Sinceramente, sentí dolor, desmotivación, decepción y vergüenza”. Durante sus estudios para obtener su diploma de educación superior en la misma universidad, Jimoh fue objeto de burlas. Por esto, antes de ser admitido en la licenciatura, no estaba seguro de inscribirse, pues temía una experiencia similar. “La tartamudez no solo dificulta mis estudios” dice, “también me priva de tener roles de liderazgo como estudiante: sé que tengo todas las cualidades de mando, excepto esta”. A diferencia de otros estudiantes que se pueden comunicar sin dificultades, Jimoh expresa que cuando intenta forzar una palabra, siente un dolor en el pecho agudo y ardiente. Entonces, no pregunta ni responde en clase, algo que cree que afecta sin dudas su vida académica. Además de esto, algunos de sus compañeros lo interrumpen o no le prestan atención, lo que hace más difícil la participación en proyectos grupales o tareas colaborativas. Omosalewa Akanbi-Neander se identifica con esa dificultad de tener presentaciones. “Prefiero que mis exámenes sean escritos”, explica. “Cuando son orales o requieren una presentación, es más difícil para mí. La sustentación de mi proyecto no salió como planeaba por mi tartamudeo. Puede que esté muy informado sobre alrededor del 80% del contenido que quiero presentar, pero, debido a mi condición, solo puedo demostrar un 40%”. En un principio, el sueño de Akanbi-Neander era seguir los pasos de su padre como abogado, hasta que se dio cuenta y aceptó las dificultades que una carrera profesional como abogado podrían presentar para alguien con tartamudez. “A una persona con tartamudeo se le puede dificultar defender a su cliente en una corte. Tuve que adaptar mi sueño”. Sin embargo, fue igualmente complicado estudiar ciencias políticas entre 2007 y 2011 en la Universidad Redeemer en Ede, estado nigeriano de Osun. En diferentes entrevistas, Jimoh y Akanbi-Neander reconocieron que el tartamudeo complicaba sus vidas como alumnos, pues el sistema educativo del país no suele adaptarse a quienes requieren mayor tiempo para articular sus ideas. Son parte de los más de 600 000 adultos en Nigeria que lidian con varios grados de dificultad en el habla, que se manifiesta como parpadeo rápido, temblores en los labios o mandíbula, tics faciales, movimientos bruscos de la cabeza y puños apretados. Las personas con dificultades en el habla no suelen tener mucho control sobre estas acciones involuntarias. Además, esas barreras en el habla se intensifican cuando están cansados o estresados, condiciones inevitables dentro de la enseñanza superior, y casi todos los días enfrentan problemas académicos por el énfasis que tiene la comunicación verbal y la interacción entre compañeros. En la mayoría de los semestre, hay al menos una tarea grupal o individual que requiere una presentación y hablar en público, lo que constituye un parte importante (del 10% al 30%) de la nota total. El tartamudeo no solo afecta a los estudiantes en las presentaciones: leer también puede ser complicado sin importar el nivel de educación alcanzado. Ajayi Babajide, de 37 años, estudiante del posgrado de maestría en administración de negocios, recuerda que durante una clase de economía administrativa, un profesor le pidió a los estudiantes que leyeran en voz alta una nota, uno después del otro, antes de comenzar su lección. “Como tartamudeo, me es difícil pronunciar las palabras que comienzan en consonantes. Estaba practicando cómo pronunciar una, la primera, y en ese momento el profesor decidió que yo era un tonto”. A pesar de que Ajayi había practicado antes de que llegara su turno, el profesor asumió que él no podía leer el pasaje y decidió hacerlo él mismo. “Hay estigmas y barreras. Incluso cuando el tartamudeo no tiene una huella física, la mayoría nos avergonzamos, en especial con extraños”, dice Akanbi-Neander. Así, su camino como estudiante universitario le generó sentimientos contradictorios: fue el segundo mejor de su clase, pero él piensa que podía haber sido el primero, si no fuera por su tartamudez. En lugar de acoger a las personas con esta condición e intentar entender sus dificultades en el habla, explica, la sociedad nigeriana las identifica con falta de inteligencia o las subestima como un mal hábito de la infancia: “algunos incluso dicen que, por nuestro tartamudeo, somos mentirosos. Así que hay un estigma cultural asociado a esto”. Jimoh, que decidió volver a la Universidad Ahmadu Bello, dice que comunicarse más lento le funcionó muy bien: “No hablo muy rápido. Esta lentitud me da el respiro necesario como para camuflarme dentro del sistema”. Tras una búsqueda laboral incansable, cuyo fracaso atribuye a las limitadas opciones que tiene y a la percepción que da a posibles empleadores, hoy Akanbi-Neander dirige su propia empresa. “Digo las cosas tartamudeando”, expresa, “me aseguro de que mis conocimientos superen al promedio. Cuando la gente vea que soy un experto, se apresurarán para escucharme, incluso si les toma más tiempo”. Muchas personas que tartamudean tienen familiares con esta condición, lo que sugiere que la herencia es un factor. Como Akanbi-Neander y Jimoh, Ajayi, que tiene una licenciatura en comunicación masiva dedicada a la publicidad y un grado secundario en relaciones públicas, administración de negocios, contabilidad y música, ha descubierto métodos que lo ayudan en su recorrido por la educación superior. Al principio, estudiar comunicación masiva era una carga para Ajayi, a pesar de que su familia esperaba que lo ayudara a superar su tartamudeo. Hoy en día, le alegra haberlo hecho: su condición se transformó en motivación para alcanzar nuevas metas en su carrera. Se convirtió en un experto interdisciplinario y se graduó del programa de música de MTN MUSON, hazaña poco común para alguien con impedimentos en el habla. Eunice Akinbode, terapeuta del lenguaje que cursa estudios en logopedia y audiología en la Universidad de Ibadán, confirma que pasar por las aulas de universidades nigerianas puede ser difícil para personas con impedimentos en el habla. Cree que es crucial que las partes interesadas en la educación reconozcan y enfrenten las dificultades que enfrentan las personas con tartamudez. “Desde los profesores hasta los estudiantes, se supone que todos los pilares de la educación deben adecuarse a quienes tienen tartamudez y sus dificultades en el habla, en lugar de que estos últimos sean quienes deban encontrar maneras de adaptarse” dice. “Pero no sucede así”. Además de reconocer que la tartamudez se suele “pasar por alto”, Akinbode declara que negar la existencia de personas con esta condición y desatender las preocupaciones de los padres con hijos que tartamudean solo empeora el problema. De los quince estudiantes entrevistados por Minority Africa, diez veían al tartamudeo como una falla personal: nada muy serio. Pero Akinbode indica que el sistema educativo de Nigeria hace que sea imposible que los profesores hagan esfuerzos por integrar a los alumnos. “Apenas tienen la oportunidad de prosperar los estudiantes aparentemente “normales”; ¿qué pasa entonces con las personas con discapacidades, como el tartamudeo? No hay ninguna red de contención para estos estudiantes dentro las instituciones de educación superior”. “Como terapeutas del lenguaje”, agrega, “lo que hacemos para quienes tartamudean es [utilizar] algunas técnicas para trabajar la salida de la voz, incluido el ritmo del habla, supervisión y control de la respiración. Solo se nos permite trabajar con su psicología. Encontrar una solución educativa en tiempo real es muy difícil”. 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