(C) Global Voices This story was originally published by Global Voices and is unaltered. . . . . . . . . . . Por qué las islas pequeñas necesitan su propio Plan Marshall [1] ['Guest Contributor'] Date: 2024-06-12 Por Matt Bishop, Tumasie Blair, Simona Marinescu y Emily Wilkinson El 27 de mayo, los Gobiernos de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, conocidos colectivamente como PEID, y sus socios internacionales se reunieron en Antigua y Barbuda. El objetivo de la reunión era acordar el cuarto programa de acción decenal de Naciones Unidas dedicado a su «caso especial para el desarrollo sostenible» con el lema «trazar el rumbo hacia una prosperidad resiliente». Los entendidos han nombrado la reunión como «PEID4″, y el comunicado de la cumbre acordó un marco para la Agenda de Antigua y Barbuda para los PEID, 2024-34 (ABAS por su nombre en inglés). Esta Agenda se basa en acuerdos anteriores alcanzados en Barbados (1994), Mauricio (2005) y Samoa (2014), que han ido ampliando su alcance y complejidad, con una aplicación a veces irregular en circunstancias poco propicias. La Senda de Samoa, la reunión anterior, estuvo marcada por dos cataclismos que afectaron a los PEID más que a cualquier otro grupo de Estados: la crisis financiera mundial y el COVID-19. Durante la pandemia, los pequeños Estados insulares se contrajeron más del doble que el promedio mundial, lo que refleja la excesiva dependencia de uno o dos sectores muy volátiles (generalmente el turismo) que se paralizaron de la noche a la mañana, lo que diezmó instantáneamente unas posiciones fiscales a menudo frágiles. No obstante, estas dificultades financieras no son obra de estos Estados, ni el resultado de su despilfarro. Su pequeño tamaño, aislamiento y lejanía los exponen a devastadoras perturbaciones exógenas de una escala relativa impensable en Estados más grandes. En septiembre de 2017, el huracán Irma lo destruyó todo en una de las islas que componen Antigua y Barbuda. Una semana después, el huracán María causó daños por valor de un asombroso 226 % del PIB en Dominica. La vulnerabilidad aguda define la experiencia de desarrollo de los PEID, pero no confiere ningún derecho a la ayuda oficial al desarrollo o a la financiación en condiciones favorables. Muchos se ven excluidos de flujos asequibles de financiación pública y se ven obligados a recurrir a préstamos comerciales exorbitantes para financiar inversiones que conllevan costos irrecuperables desproporcionados (un aeropuerto puede superar el 100 % del PIB). Cuando se produce una catástrofe, como ocurre cada vez con mayor frecuencia, impulsada por las emisiones históricamente acumuladas de los grandes Estados, las costosas infraestructuras adquiridas deben repararse, incluso reconstruirse, solo para volver a la situación anterior. Para ello es necesario un endeudamiento aún más costoso, además de las punitivas rebajas de la solvencia, que agravan una carga de la deuda ya de por sí insoportable. Los PEID soportan una deuda media en relación con el PIB del 69% (el promedio de los países en desarrollo es del 29%), y algunos enfrentan problemas de endeudamiento que superan con creces el 100%. No es de extrañar que Dominica sea el más endeudado, con casi el 160% del PIB, lo que denota un círculo vicioso del que es difícil salir. Además, durante 2024-2034, el período de vigencia del ABAS, es probable que se superen una serie de puntos de inflexión climáticos clave, sobre todo la exigencia central de los PEID de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Esta catástrofe impuesta desde el exterior amenaza su modo de vida e incluso su propia existencia, sobre todo en el caso de los Estados de baja altitud que corren un riesgo más inmediato de subida del nivel del mar. Esto, a su vez, transgrede los derechos legítimos de los Estados insulares al desarrollo y a la no injerencia como iguales soberanos en la comunidad internacional de Estados. En resumen, demasiadas sociedades insulares no disfrutan de una resistencia duradera ni de una prosperidad segura. Algunas gastan alrededor de la mitad de sus ingresos simplemente en el servicio de la deuda, lo que desplaza drásticamente la inversión pública y el gasto social. El mundo les debe un paquete de financiación sin precedentes: un «Plan Marshall para los PEI»». El momento no exige menos. En primer lugar, esto simbolizaría un gran esfuerzo de solidaridad mundial para superar un contexto singularmente complicado e irresoluble a través de la cooperación al desarrollo convencional. Los PEID se embarcan en el ABAS con muchos indicadores en rojo: crecimiento, diversificación, desempleo, pobreza, conflictos sociales, falta de fortaleza de los jóvenes y violencia de género. La degradación del capital natural erosiona aún más el capital humano a medida que la gente se va, lo que a su vez socava la capacidad productiva, refuerza los multiplicadores negativos del desarrollo e inhibe los positivos. En segundo lugar, no basta con seguir como hasta ahora, es decir, hacer meros retoques. Los PEID merecen un compromiso colectivo que indique el sentido de urgencia necesario: uno atento a la naturaleza histórica del desafío y respaldado por la escala de ambición necesaria para fomentar una alteración realmente positiva. No hay tiempo que perder: la inminente catástrofe climática será difícil de evitar, pero golpeará antes y con más fuerza a los PEID. Necesitan un apoyo inmediato para la adaptación, que no se ha producido. En tercer lugar, el Plan Marshall original, que apoyó la recuperación de los países de Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial, se sustentaba en una visión de la recuperación coherente y bien coordinada que encarnaba una lógica de transformación profundamente arraigada. En retrospectiva, fue barato: solo 150 000 millones de dólares en dinero de hoy. Sin embargo, sus efectos indirectos duraderos (estabilidad, desarrollo de infraestructuras, progreso social) han superado con creces y han sobrevivido durante mucho tiempo a su impacto directo en la recuperación del continente. Fue un «estímulo que desencadenó una cadena de acontecimientos que condujeron a una serie de logros«. El ABAS encierra una visión similar, en la que la escala de la acción inmediata determina el alcance de su éxito más amplio a largo plazo. En cuarto lugar, las amenazas geopolíticas que enfrentan los PEID se están acumulando. Vivimos en un orden mundial cada vez más inestable; si los Estados insulares no pueden reforzar rápidamente su capacidad productiva para absorber la crisis y generar una prosperidad resiliente, se vuelven vulnerables a los juegos de poder. Para los receptores de ayuda oficial al desarrollo, la dependencia acentuada es explícita: el Pacífico es la región más dependiente de la ayuda a nivel mundial, con una financiación de los donantes que representa más de la mitad y, en algunos casos, hasta cuatro quintos de la renta nacional bruta. Para los prestatarios, independientemente de sus perfiles de acreedores (Estados occidentales, bancos multilaterales de desarrollo, China, prestamistas comerciales), los índices de servicio de la deuda siguen siendo desalentadores. El Plan Marshall ayudó a Europa Occidental a evitar el comunismo con mitigación de la pobreza, el desempleo y el endeudamiento. Los PEID necesitan inversiones similares para ayudarles a tomar decisiones difíciles que podrían acabar en una soberanía efectiva a medida que las relaciones entre los países poderosos se fracturan y fragmentan. Por lo tanto, solo un nuevo Plan Marshall puede dar un efecto significativo al aún no realizado «caso especial» de los PEID, y ampliar rápidamente su espacio fiscal. Esto implica un compromiso sostenido a una escala aún no prevista por los donantes, pero es el mínimo necesario para catalizar una agenda de 10 años que debe ser transformadora, no incremental. Como señaló hace casi un siglo Arthur Lewis, economista de Santa Lucía galardonado con el Premio Nobel, las islas pequeñas necesitan capital a una escala que es enorme en relación con sus economías, pero minúscula en comparación con las reservas mundiales de dinero. Por un costo comparativamente bajo, PEID4 debería anunciar una enorme inversión para sostener la sobrevivencia de las sociedades más vibrantes y diversas que enriquecen nuestra comunidad mundial. [END] --- [1] Url: https://es.globalvoices.org/2024/06/12/por-que-las-islas-pequenas-necesitan-su-propio-plan-marshall/ Published and (C) by Global Voices Content appears here under this condition or license: https://globalvoices.org/about/global-voices-attribution-policy/. via Magical.Fish Gopher News Feeds: gopher://magical.fish/1/feeds/news/globalvoices/