BORÍS GODUNOV ============= Dedico esta obra al valioso recuerdo de Nicolás Mijailóvich Karamzín, genio inspirador. Con agradecimiento y admiración. ALEJANDRO PUSHKIN CONTENIDO ========= Línea 1 EL PALACIO DEL KREMLIN . . . . . . . . . . . . . . . . 36 2 LA PLAZA ROJA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 294 3 EL CAMPO DE DEVICHE Y EL MONASTERIO DE NOVODEVICHE . . 365 4 LA CORTE DEL KREMLIN . . . . . . . . . . . . . . . . . 489 5 ES DE NOCHE. UNA CELDA DEL MONASTERIO DE CHUDOV . . . 554 6 EL RECINTO DEL PATRIARCA . . . . . . . . . . . . . . . 741 7 SALA DEL TRONO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 787 8 UNA POSADA EN LA FRONTERA LITUANA . . . . . . . . . . 850 9 MOSCÚ. CASA DE SCHUISKI . . . . . . . . . . . . . . . 1247 10 EL PALACIO DEL ZAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1410 11 KRACOV. LA CASA DE VICHNIEVSKI . . . . . . . . . . . . 1687 12 EL CASTILLO DE MNICHEK DE SOMBORE . . . . . . . . . . 1848 13 LA FRONTERA LITUANA . . . . . . . . . . . . . . . . . 2164 14 LLANURA CERCA DE NOVGOROD-SEVERSKI . . . . . . . . . . 2339 15 EL BOSQUE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2713 16 MOSCÚ. EL PALACIO DEL ZAR . . . . . . . . . . . . . . 2790 17 DIÁLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2978 18 LA PLAZA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3071 19 EL KREMLIN. EL PALACIO DE BORÍS . . . . . . . . . . . 3130 1 EL PALACIO DEL KREMLIN ------------------------ (20 de febrero del año 1598) EL PRÍNCIPE SCHUISKI Y VOROTINSKI VOROTINSKI Destinados estamos ambos a regir esta ciudad, Mas creo que ya no tenemos a quién gobernar. Moscú está desierta; detrás del Patriarca, El pueblo marcha hacia el convento. ¿Con qué crees que acabará esta alarma? SCHUISKI ¿Con qué? Pues no es difícil suponerlo: El pueblo peleará y llorará aún. Borís se hará rogar algo todavía, Como un ebrio ante una copa de vino, Y por último, gracias a su benevolencia, Aceptará humildemente la corona, Y luego regirá nuestro destino, Como antes. VOROTINSKI Ha transcurrido ya un mes, Desde que junto con su hermana, Encerróse en un convento, abandonando Todo lo mundano. No pudieron doblegar Hasta ahora su opinión, ni el patriarca Ni los boyardos más inteligentes. No cede A las promesas suplicantes, ni a los rezos, Ni a las plegarias de toda Moscú, ni a la voz De nuestra santa Catedral. En vano a su hermana le suplican Bendecir a Borís para subir al trono. La triste monja y zarina es Firme como él, y como él, inconmovible. Es evidente que el propio Borís, Le inculcó ese temple, pero, ¿qué ocurrirá Si el propio soberano harto ya De las graves preocupaciones del Estado, No quiera asumir el mando todopoderoso? ¿Qué dices tú de todo esto? SCHUISKI Diré que en vano, Se derramó la sangre del zarevich, el infante, Y si así sucede, Demetrio Hubiera podido continuar viviendo. VOROTINSKI ¡Horrible crimen! ¿Es seguro Que Borís asesinó al zarevich? SCHUISKI Ya lo creo, ¿Quién, sino él, en vano trató de sobornar a Chepchúgov? ¿Quién envió a los hermanos Vitiagóvski con Kachalov? Yo fui enviado entonces a Uglich, A investigar el asunto en el lugar del hecho: Llegué cuando las huellas estaban aún frescas; La ciudad entera era testigo de la infamia. Todos los habitantes manifestaron desacuerdo, Y al regresar, con una palabra sola hubiera podido Desenmascarar al emboscado criminal. VOROTINSKI ¿Por qué no lo has eliminado? SCHUISKI Reconozco que me turbó en aquel entonces, Con su serenidad e inesperada falta de vergüenza; Como si tuviera razón, me miraba a los ojos fijamente, Me interrogaba, e indagaba nuevos detalles. Delante suyo repetí el absurdo que el propio zar me sugería. VOROTINSKI No es claro, príncipe. SCHUISKI ¿Y qué podía hacer? ¿Contarle acaso todo a Feodor? El zar Observaba todo con los ojos del propio Godunov, Entendía todo con los oídos del propio Godunov. Por más que yo intentara convencerlo en algo, Borís lo hubiera disuadido igual en todo, Y tal vez, en buena hora, como mi tío, Sería proscripto o quizás encarcelado, O asesinado en silencio en una celda fría. No me vanaglorio, pero en caso necesario, Desde luego, ninguna condena a mí me asusta; No soy cobarde, ni tampoco necio; Y no iré a la horca sin pensarlo. VOROTINSKI ¡Horrible crimen! Oye, ¿es verdad Que la culpa aún inquieta al asesino? Tal vez por eso la sangre de la inocente criatura Le molesta para subir ahora al trono. SCHUISKI ¡Pasará igual! ¡Borís no es tan tímido! ¡Qué honor para nosotros, y para toda Rusia! El esclavo de ayer, tártaro, cuñado de Maliuti, Cuñado del verdugo, y en el alma, él mismo un verdugo, Tomará la corona y el cetro de Monomaj. VOROTINSKI ¿Pues, entonces, no es de cuna noble, Y nosotros somos más que él de la nobleza? SCHUISKI Así creo. VOROTINSKI Schuiski, Vorotinski… No es poco decir. Somos príncipes de cuna. SCHUISKI De cuna, y de la sangre de los Riúricov. VOROTINSKI Mas oye, príncipe, entonces tenemos derechos Más que él de heredar a Feodor. SCHUISKI Mucho más que Godunov. VOROTINSKI Ya lo creo. SCHUISKI ¿Y entonces? Tratemos de azuzar al pueblo Si Borís no abandona sus acostumbradas picardías. Deja que ellos abandonen a Godunov, Pues tienen suficientes príncipes, y que escojan Entre ellos a alguno, como zar. VOROTINSKI No somos pocos los herederos de Variagos, Es difícil rivalizar con Godunov. El pueblo ya no ve en nosotros A los herederos de sus aguerridos defensores. Hace mucho que hemos perdido las riendas, Hace mucho que servimos de falderos a los zares. Y él ha sabido con terror, y con amor, Y también con gloria, encantar al pueblo. SCHUISKI _(Mirando por la ventana.)_ Es valeroso, y nosotros… Pero ya es suficiente; Veo que el pueblo se está ya dispersando, Vamos pronto, y averigüemos su decisión. 2 LA PLAZA ROJA --------------- EL PUEBLO UNO ¡Es irreductible! Echó ya de su lado A los santos padres, a los boyardos y al patriarca. En vano ellos se inclinan ante el zar. El resplandor del trono atemoriza a Borís. OTRO ¡Oh, Dios mío! ¿Quién regirá nuestro destino? ¡Oh, desgracia nuestra! UN TERCERO Ya salen a decir la resolución del Gran Consejo. EL PUEBLO ¡Callad! ¡Callad! ¡Habla el diácono mayor! ¡Chist! ¡Escuchad! SCHELCALOV _(Desde la Galería Roja.)_ Por última vez, La Catedral ha dispuesto probar La fuerza de nuestras oraciones Ante el triste dueño de nuestras almas. El santísimo Patriarca, de nuevo, esta mañana, Después de orar solemnemente en el Kremlin, Con procesión de estandartes y de santos, Con los iconos de Vladimirov y el del Don, Saldrá acompañado del Consejo de boyardos, Una comitiva de nobles, y gente destacada, Además de todo el pueblo ortodoxo y moscovita: Todos iremos a rogar de nuevo a la Zarina, Para que se apiade de Moscú, la huérfana, Bendiciendo la corona de Borís. Volved con Dios a vuestras casas, Y rezad, y cúmplase vuestra voluntad, ¡oh, cielos!, Y esta plegaria ferviente de los ortodoxos. (El pueblo se dispersa.) 3 EL CAMPO DE DEVICHE Y EL MONASTERIO DE NOVODEVICHE ---------------------------------------------------- EL PUEBLO UNO Ahora están en el aposento de la Zarina, Entró también Borís, y el gran Patriarca, Seguido de un séquito de boyardos. OTRO ¿Qué se oye? TERCERO Resiste aún; mas tenemos esperanzas. UNA MUJER CON UN NIÑO ¡Agú! No llores, no llores; mira al cuco, Mira al cuco que te va a llevar. ¡Agú! ¡Agú!… ¡No llores! UNO No podremos pasar la empalizada. No se puede más. ¿A dónde iremos? ¡Esto es tan estrecho! Y no es fácil; toda Moscú se agolpa aquí; Mirad las paredes y los techos, Todas las cúpulas de los campanarios de la Catedral, Los pórticos de las iglesias y las propias cruces, Están colmados de gente. EL PRIMERO ¡Justo! ¡Bravo! ¡Lindo! UNO ¿Qué es ese ruido? OTRO Oye, ¿qué es ese ruido? El pueblo ruge, y allí se arrodilla la gente, Fila tras fila, como olas… Unas detrás de otras. Y ahora ha llegado el turno hasta nosotros; mas pronto, de rodillas. EL PUEBLO (De rodillas, grita y llora) ¡Ay, apiádate de nosotros, Padre Nuestro! ¡Reina, y sé nuestro padrecito Zar! UNO _(En voz baja.)_ ¿Por qué lloran? OTRO ¡Vaya a saberlo! Es cosa de boyardos, No es para nosotros. LA MUJER Y EL NIÑO ¿Qué tienes ahora? Cuando hay que llorar, te callas. Te voy a dar una paliza. Mira al cuco y llora; llora, mimoso. (La mujer deja al niño en el suelo. El niño chilla.) UNO Todos lloran. Lloremos también nosotros. OTRO Hermano, me empeño, pero no puedo. EL PRIMERO Yo también. ¿No tienes una cebolla para frotarnos los ojos? EL SEGUNDO No. Me mojaré con saliva. ¿Y qué más hay? EL PRIMERO ¡Vaya a saberlo! EL PUEBLO ¡La Corona! ¡Ahí viene el Zar! ¡Aceptó! ¡Borís es nuestro Zar! ¡Viva Borís! 4 LA CORTE DEL KREMLIN ---------------------- BORÍS, EL PATRIARCA Y LOS BOYARDOS BORÍS Excelentísimo patriarca, y vosotros, los boyardos. Abierta está mi alma ante vosotros. Como veis, yo acato vuestro mandato, con gran temor y humildad. ¡Qué penosa es mi obligación! ¡Yo heredo el trono del poderoso zar Iván! ¡Heredo al ángel y al Zar! ¡Oh, justo y santo, Padre soberano, que estás en el cielo, ante las lágrimas de tus fieles servidores, concede tu luz a aquel a quien tú amas, a quien tú, Señor, has elegido, y al sagrado poder le has bendecido! Y reine yo con gloria a mi pueblo, y sea clemente y justiciero como tú. De vosotros, espero colaboración, boyardos. Servidme, como a él le habéis servido, cuando aún compartía con vosotros el común esfuerzo, antes de ser elegido por la voluntad del pueblo. LOS BOYARDOS Jamás traicionaremos este juramento. BORÍS Ahora iremos a saludar las tumbas de los venerables muertos de Rusia, luego llamaremos a festejar a todo el pueblo, a todos, desde los grandes señores hasta el mendigo ciego; a todos, entrada libre; todos seréis bien recibidos. (Borís sale, seguido de los boyardos.) VOROTINSKI (Reteniendo a Schuiski) ¿Has adivinado? SCHUISKI ¿Qué hay? VOROTINSKI Es que… Hoy al mediodía, me decías, ¿recuerdas? SCHUISKI No. No recuerdo nada. VOROTINSKI Tú decías… Cuando el pueblo iba hacia el campo de Deviche, que… SCHUISKI No es tiempo ahora de recuerdos. Te aconsejo, pues, olvidar nuestras palabras. Y a propósito…, yo, con fingida picardía, quise entonces probarte, o mejor dicho, averiguar tus secretos pensamientos. Pero ya el pueblo está saludando al Zar, y pueden advertir mi ausencia. Me voy con ellos. VOROTINSKI ¡Qué cortesano pícaro! 5 ES DE NOCHE. UNA CELDA DEL MONASTERIO DE CHUDOV ------------------------------------------------- (Año 1603) EL PADRE PIMEN. GREGORIO DUERME PIMEN _(Escribiendo ante la lumbre.)_ Uno más, y pondré fin al último relato. Y esta escritura quedará concluída. Cumpliré mi deber y el mandamiento de Dios. ¡Oh, yo el pecador! En vano muchos años Dios me puso de testigo y me dio el arte de escribir; alguna vez, un monje laborioso hallará mi labor esforzada y anónima, como yo encenderá su candelabro, y sacudiendo el polvo de los pergaminos, escribirá relatos verdaderos. Honradas generaciones de ortodoxos, que hayan pasado por esta tierra querida, recordarán a sus grandes zares. Por sus obras, su gloria y sus bondades, y por sus pecados y turbios procederes. Suplicarán perdón humildemente al Salvador. Con la vejez, revivo todo nuevamente y el pasado pasa por mis ojos. ¿Acaso hace tanto que ha transcurrido, inquieto como un mar o un océano? Ahora está todo en silencio y tan tranquilo; algunos rostros conserva mi memoria, algunas palabras llegan aún a mis recuerdos, lo demás ha muerto para siempre… Pero se aproxima el día y la lumbre ya se apaga… Y aquí va el último relato… _(Escribe.)_ GREGORIO _(Despertando.)_ ¡Siempre el mismo sueño! ¿Será posible? ¡Ya es la tercera vez! ¡Maldito sueño!… Y el anciano, sentado, siempre escribe, todo el tiempo ante la lumbre y sin tener sueño. Se ve que toda la noche no cerró los ojos. Cómo adoro su aspecto tan sereno, cuando entregado con toda el alma al pasado, continúa su escritura. Con frecuencia, quise adivinar sobre qué escribe: ¿Del tenebroso dominio de los tártaros? ¿De las feroces condenas de Iván? ¿Del tempestuoso siglo de Novgorod? ¿O de la gloria de la patria? En vano. Ni en su alta frente, ni en su mirada, se pueden leer sus recónditas ideas; siempre ese aspecto solemne y tan sereno. Como si fuese un diácono encanecido en la oficina. Observa tranquilo a los justos y culpables, separando el bien del mal, con indiferencia, sin repartir ni compasión ni ira. PIMEN ¿Te has despertado, hermano? GREGORIO Santo padre, dame tu bendición. PIMEN Dios te bendiga, hoy y mañana por los siglos de los siglos, amén. GREGORIO Tú siempre escribiendo, sin conciliar el sueño, mientras endemoniados sueños inquietaban mi descanso. Y el enemigo confundía mis ideas. Yo soñé que una empinada escalera me conducía hacia una alta torre; y de sus alturas veía a Moscú, como un hormiguero; Debajo, el pueblo, en la plaza, alborotado, señalándome, reía. Avergonzado, de mí el temor se apoderaba, hasta caer violentamente a un precipicio, y luego, despertaba… Tres veces se repitió este sueño. ¿Acaso no es extraño? PIMEN La sangre joven arde. Domínate con los rezos y ayunos, y tus sueños también serán livianos, y se cumplirán tal vez un día. Hasta el presente, debilitado yo por esforzadas vigilias, no ofrecí una plegaria hasta la noche. Mi sueño de anciano no es tranquilo, ni sin pecado, sueño con fiestas bulliciosas, con el campo de batalla, con combates o peleas, o diversiones locas de mis años juveniles. GREGORIO ¡Qué alegre transcurrió tu juventud! Has combatido junto a las torres de Kazan, has rechazado con Schuiski las legiones de Lituania, has visto la corte y el lujo de Iván. ¡Feliz de ti! En tanto yo, desde mi adolescencia, ando de celda en celda como pobre fraile. ¿Por qué no podré yo también en nuevas lides, festejar con la corte del Zar? Ya tendré tiempo a descansar del mundo, y cumplir mis votos fieles de monje, o encerrarme en una tranquila celda. PIMEN No lamentes, hermano, si temprano abandonaste el mundo del pecado, pues pocas pruebas te envió el Altísimo. Créeme, de lejos la gloria nos atrae, el lujo, y es astuto el amor de la mujer. Hace mucho que yo vivo y he gozado mucho, pero sólo desde que el señor me trajo al monasterio. Únicamente desde entonces soy feliz. Piensa, hijo, en los grandes zares. ¿Quién es más poderoso que ellos? Únicamente Dios. ¿Quién se atreve contra ellos? Nadie. A menudo la corona de oro se les tornaba muy pesada, y ellos la trocaban en sencillo solideo. El Zar Iván buscaba el gran consuelo en obras sagradas del convento. Su palacio, siempre lleno de orgullosos favoritos, adquirió aspecto de severo monasterio. Los monjes de toga y de silicios se tornaban en monjes o seminaristas, y el terrible Zar en devoto abad muy religioso. Yo lo he visto, en esta misma celda. (Vivía en ella, entonces, Cirilo, el Mártir, Varón justo. Ya entonces Dios me iluminó, me dio a entender la miseria de los goces de este mundo.) Aquí he visto al Zar, fatigado de ideas y condenas iracundas. Callado y pensativo estaba Iván, sentado entre nosotros; Ante él, nosotros estábamos de pie, inmóviles. Y el Zar, pausadamente conversaba con nosotros, diciendo esto al abad y a la hermandad entera: «Padres míos. Llegará el día deseado, y vendré a vosotros, yo, pecador empedernido, llegaré a buscar la ansiada redención; tú, Nicodemo; tú, Sergio; tú, Cirilo; todos vosotros escuchad mi voto espiritual: a tus pies, yo, Santo Padre, me inclinaré». Así hablaba Su Majestad, el Soberano, y palabras de miel salían de sus labios. Lloraba él, y nosotros con lágrimas rezábamos, para que el Señor enviara amor y paz a su alma atormentada y tempestuosa. ¿Y su hijo Feodor? Estaba en el trono, extrañando la vida pacífica del ermitaño. En capillas de oraciones transformó el Zar a los palacios; allí, las preocupaciones y las penurias del poder no indignaban su alma santa. Dios vio bien la humildad del Soberano, y Rusia, durante su reinado, se consolaba poco a poco, en gloria inolvidable, hasta qué llegó la hora de su fin, y aconteció un increíble milagro; Ante su lecho de muerte, le apareció ante los ojos un varón extraordinariamente rubio y claro. Y comenzó a conversar con Feodor, y llamarle gran Patriarca. De todos se apoderó tal miedo, suponiendo que era una visión del Cielo, y sabiendo que el Patriarca no estaba ante el Zar, ni se hallaba entonces en el templo. Al presentarse la visión ante sus ojos, se llenó el aposento de aromas y perfumes, y su rostro como un sol resplandecía. Ya no veremos más a un Zar como Iván. ¡Oh, desgracia terrible, jamás vista! ¡Olvidamos a Dios! ¡Hemos pecado, hemos asignado el trono al asesino del Zar! GREGORIO Hace mucho, Santo Padre, que yo deseaba preguntarte por la muerte de Demetrio, el Zarevich; En ese entonces, dicen que tú estabas en Uglich. PIMEN Dios quiso que yo fuese testigo de aquel acto malvado. ¡Oh, sí, recuerdo! ¡Oh, pecado sangriento! Yo entonces fui enviado Al lejano Uglich, a no sé qué seminario. Llegué de noche. A la mañana, a la hora de la misa, de pronto, escucho un repique de campanas. Tocaron a rebato. Gritos, ruido, todos salieron al patio. También la zarina; y yo me apresuré. Allí estaba todo el pueblo. Y veo al Zarevich degollado. La Zarina madre, junto a él, estaba desmayada. La nodriza, llorando muy desesperada, y he aquí que el pueblo enfurecido arrastró a la traidora, hereje y asesina. De pronto, entre ellos, feroz y pálido de rabia, apareció judas Vitiagovcki, y el grito fue unánime: «¡He aquí al malvado!», y en un instante desapareció. El pueblo se lanzó detrás de los tres asesinos que huían, y los malvados, que ocultarse quisieron, al fin fueron prendidos. Y los trajeron ante el cadáver tibio del infante. Y, ¡oh, milagro!, de pronto el muerto pareció estremecerse. «¡Confesad!», exigió el pueblo; Y atemorizados bajo el hacha, amenazados, los asesinos confesaron y nombraron a Borís. GREGORIO ¿Qué edad tenía el Zarevich asesinado? PIMEN Unos siete años; ahora tendría… (Ya han pasado diez años o tal vez doce.) Él sería de tu edad, más o menos, y reinaría; pero Dios decidió otra cosa. Con esta lamentable historia terminaré yo mi escritura; desde aquel entonces no me metí más en asuntos mundanales; Hermano Gregorio, tu razón se ha ilustrado con las Santas Escrituras. Y a ti te entrego yo mi obra. En horas de descanso, libre de hazañas espirituales, descubre y relata, sin filosofía y sin astucia, todo aquello que vieras como testigo. La guerra y la paz, el rigor de soberanos, los milagros sagrados de los Santos, las profecías y signos del Zodíaco. Ya es tarde, es hora y tiempo de descanso. Apagaré la lumbre pero, ya llaman a la misa de mañana… Bendito sea Dios y sus siervos sagrados. Gregorio, alcánzame la muleta. (Sale.) GREGORIO ¡Borís! ¡Borís, todo ante ti se estremece! Nadie se atreve a recordarte la suerte del infante desdichado. Sin embargo, un monje, en una celda obscura, escribe contra ti este terrible fallo: no escaparás del juicio de este mundo, como no escaparás del juicio de Dios. 6 EL RECINTO DEL PATRIARCA -------------------------- EL PATRIARCA, EL ABAD DEL MONASTERIO DE CHUDOV EL PATRIARCA ¿Conque ha huido, Padre Abad? EL ABAD Escapó, Santo señor. Ya van tres días. EL PATRIARCA ¡Bribón, granuja maldito! ¿De dónde era? EL ABAD De la familia de los Otrepiev, hijo de boyardos, De Galitzia. De joven tomó el hábito no sé dónde, luego vivió en Suzdal, en el monasterio de Efimov; se fue de allí, vivió en varias hermandades, y, por último, llegó a nosotros, y yo, viendo que era joven y sin juicio, lo entregué a la tutela del anciano Padre Pimen, Sobrio y humilde; el joven era muy instruido. Leía nuestras escrituras y componía cánones a los santos; pero se ve que la ilustración no le iluminaba. EL PATRIARCA ¡Ay, estos instruidos! ¡Mira que inventar eso! «¡Seré Zar de Moscovia!» ¡Ay, qué tarambana del demonio! Empero, creo que no hay que informarle de esto al Zar; no hay por qué inquietar al padrecito soberano; suficiente es informar de su huida al Diácono Smirnov o al Diácono Efimov. ¡Qué herejía, Señor! «¡Seré Zar de Moscovia!»… ¡Prenderlo! ¡Prender al hereje y desterrarlo a Solovki! A perpetua penitencia. ¡Sí! ¡Eso es una herejía, Padre Abad! EL ABAD Una herejía, Santo Padre; una verdadera herejía. 7 SALA DEL TRONO ---------------- DOS GUARDIAS. EL ZAR EL PRIMERO ¿Dónde está Su Majestad? EL SEGUNDO En su dormitorio. Se encerró con no sé qué adivino. EL PRIMERO Esas son sus conversaciones preferidas; Adivinos, magos y hechiceros. Se hace adivinar más que una novia antes de desposarse. Desearía saber qué le adivina. EL SEGUNDO Allí viene, si quieres preguntarle. EL PRIMERO Qué taciturno marcha. _(Los guardias salen.)_ EL ZAR _(Entrando.)_ Ya es el sexto año que logré el poder supremo y tranquilamente gobierno, pero no soy feliz. Acaso no pasa igual cuando de jóvenes enamorados ansiamos los goces del amor. Pero apenas satisfechos los deseos del corazón, con la posesión de un instante, nos aburrimos en angustia suprema. En vano los magos me auguraron días de sereno poder. Ni el poder, ni la vida ya me alegran; presiento el castigo del cielo y la desgracia. No soy feliz. Pensaba yo colmar a mi pueblo de gloria y abundancia, y con amor generoso complacerlo. Pero dejemos esta zozobra inútil y vacía. El poder es odiado por la plebe. Ellos saben amar únicamente a los muertos. Somos locos, cuando el rechazo del pueblo o su grito iracundo inquieta nuestro corazón. Dios envió a la tierra nuestra estirpe. El pueblo ruge, padeciendo de tormento. Yo les abrí los graneros. Yo les repartí oro, les busqué trabajo, y enfurecidos ellos me maldicen. EL fuego del incendio destruyó sus casas. Yo les construí nuevas viviendas. ¡Y ellos me acusaron de incendiario! Ese es el juicio del pueblo; eso es buscar su amor. En mi familia pensé encontrar la paz, creí hacer feliz a mi hija buscándole marido, y como maldición la muerte se llevó a su novio, y los rumores me acusan con astucia, a mí, a mí, al desdichado padre, ser el culpable de la viudez temprana de mi hija. Sea quien sea el que fallece, soy yo su secreto asesino; yo apuré la muerte de Feodor, yo envenené a mi hermana la Zarina, monja humildísima… ¡Todo yo! ¡Ay, yo siento que nada puede consolarme de la tristeza de este mundo! Nada, nada… Tal vez únicamente la conciencia. Ella, existiendo vencerá a la maldad y a la calumnia tenebrosa, pero si en ella hay alguna mancha, si ha quedado una sola mancha. Entonces, ¡oh, desgracia!, como una llaga, se consumirá el alma llenándose de veneno. Como un martillo en el oído sonarán los reproches. Todo me repugna, se me nubla la vista, y niños ensangrentados aparecen ante mis ojos… Y deseo huir, y no hay a dónde… ¡Horror, horror! ¡Oh, sí! ¡Desgraciado aquel que no tiene limpia la conciencia! 8 UNA POSADA EN LA FRONTERA LITUANA ----------------------------------- MISAIL, VARLAAM; VAGOS, MONJES; GREGORIO OTREPIEV, Y LA DUEÑA DEL ALBERGUE LA DUEÑA ¿Con qué puedo servirlos, Santos Padres? VARLAAM Lo que Dios mande, patroncita. ¿No tienes vino? LA DUEÑA ¿Cómo no he de tenerlo, padrecito? En seguida voy por él. _(Sale.)_ MISAIL ¿Por qué estás tan preocupado, compañero? Aquí tienes la frontera lituana, a la que tanto ansiabas llegar. GREGORIO Hasta que no llegue a Lituania no estaré tranquilo. VARLAAM ¿Por qué te atrae tanto Lituania? Nosotros, Padre Misail, y yo, pecador, en cuanto hemos abandonado el monasterio ya no pensamos más en nada. Si estamos en Rusia, o estamos en Lituania; si escuchamos un silbido o escuchamos un graznido; todo es igual, con tal de que haya vino… ¡Y aquí ha llegado!… MISAIL Está bien dicho, Padre Varlaam. LA DUEÑA _(Entrando.)_ Para vosotros, Padres míos. Bebed y que os aproveche. MISAIL Gracias, querida. Dios te bendecirá. _(Los monjes beben y Varlaam entona una canción)_: «Eso fue, eso fue en la ciudad, eso fue, eso fue en Kazán…» VARLAAM _(A Gregorio.)_ ¿Por qué no nos acompañas, por qué no cantas? GREGORIO No tengo deseos. MISAIL Cada cual hace su voluntad… VARLAAM Y para el ebrio el paraíso. ¿Verdad, Padre Misail? Bebamos una copita por la tabernera… Sin embargo, Padre Misail, cuando bebo no me gustan los abstemios; una cosa es la borrachera y otra el engreimiento; si deseas estar con nosotros, de acuerdo, y si no, fuera; el pope no puede ser compañero del buzón. GREGORIO Bebe y guarda lo que piensas, Padre Varlaam. Como ves, yo también a veces hablo bien… VARLAAM ¿Y qué es lo que debo guardar? MISAIL Déjalo, Padre Varlaam. VARLAAM ¡Pero qué ayunador ha resultado éste! Él mismo se ha pegado a nosotros, y no sabemos quién es ni de dónde viene; además, es altanero; tal vez lleva pecado… _(Bebe y canta: «Al joven monje lo rasuraron».)_ GREGORIO _(A la patrona.)_ ¿Adónde conduce esta carretera? LA DUEÑA. A Lituania, mi bienhechor. A las montañas de Luiev. GREGORIO ¿Estamos lejos de las montañas de Luiev? LA DUEÑA Cerca, hijo. Para la noche podrías llegar, si no fueran los guardias del Zar y los infames comisarios del Zar. GREGORIO ¿Guardias? ¿Cómo? ¿Qué significa? LA DUEÑA Es que alguien ha huido de Moscú y hay orden de detener y revisar a todos. GREGORIO (Pensando) Ha llegado mi hora. VARLAAM ¡Eh, compañero! Te has acomodado con la patrona. Por lo visto necesitas más mujeres que vodka; ¡ese es un asunto serio, hermano, muy serio! Desde luego, cada uno tiene sus costumbres; nosotros, con el Padre Misail, tenemos sólo una preocupación: bebernos las copas hasta el fondo y después apurar el fondo. MISAIL Está bien dicho, Padre Varlaam… GREGORIO ¿Pero a quién buscan? ¿Quién ha huido de Moscú? LA DUEÑA Mi Dios sólo sabe si es un ladrón o un asesino. Pero ahora por estos lugares no dejan en paz a la buena gente. No sé qué pasará más adelante y si al propio demonio lo prenderán. Como si a Lituania no hubiese otro camino que el de la carretera central. ¿Acaso no pueden tomar por la izquierda yendo por el bosque, seguir por alguna picada hasta la torre y por el arroyo hasta Chekanski, y de allí por el pantano hacia Jlopino y de allí a Zajarevo? Cualquier chiquillo los puede conducir luego hasta las sierras del Luiev. Esos guardias sólo sirven para molestar al caminante y quitarnos a los pobres lo poco que tenemos. (Se oyen voces.) ¿Quién anda? ¡Ay! ¡Son ellos! ¡Ya están aquí los malditos! ¡Es la ronda! GREGORIO Patrona, ¿no hay otro rincón en esta isba? LA DUEÑA No hay, querido. Yo misma quisiera esconderme. Esos dicen que van de ronda, pero no hacen más que pedir vino, pan, y quién sabe… ¡Que se atraganten, malditos! ¡Que se…! _(Entran los guardias.)_ EL COMISARIO ¡Salud, patrona! LA DUEÑA ¡Bien venidos sean, queridos huéspedes! ¡Por favor, pasen, pasen! UNO DE LOS GUARDIAS _(Al otro.)_ ¡Ah, conque aquí se bebe!… Y debe haber buen bocado. (A los monjes): ¿Vosotros, quiénes sois? VARLAAM Santos Padres de la Iglesia, humildes monjes que andamos de aldea en aldea juntando y pidiendo por caridad una limosna para nuestro convento. EL COMISARIO _(A Gregorio.)_ ¿Y tú? MISAIL Es nuestro compañero… GREGORIO Habitante de estos alrededores; acompañé a los monjes hasta la frontera y aquí cada uno irá por su camino. MISAIL Entonces has cambiado de parecer. GREGORIO _(En voz baja.)_ Calla. EL COMISARIO Patroncita, trae más vino, que beberemos con los padres y conversaremos un instante. EL GUARDIA (En voz baja, dirigiéndose al comisario) El muchacho parece pobre; no podremos sacarle nada; en cambio, a los monjes… EL COMISARIO Calla; ya los arreglaremos. ¿Qué tal, queridos Padres? ¿De qué os ocupáis? ¿Cuánto ganáis? VARLAAM Andamos muy mal, hijo. Los campesinos ahora se han vuelto muy avaros; aman el dinero, guardan la platita. A Dios le dan muy poco. Todos se entregan al comercio, piensan únicamente en las riquezas de la tierra y no en la salvación del alma; a veces en tres días no juntamos ni tres jornales. ¡Qué pecado! Pasan a veces semanas y hay tan poco en nuestros morrales, que da vergüenza regresar al convento. ¿Qué hacer? De dolor terminamos por bebernos hasta lo último; es una desgracia, una desgracia… ¡Ay, qué malo está todo esto! Por lo visto, ha llegado nuestro fin… LA DUEÑA _(Llorando.)_ ¡Dios, apiádate de mí y sálvame en esta hora! (Mientras habla Varlaam, el comisario observa a Misail.) EL COMISARIO Alejo, ¿tienes el ukase del Zar? EL GUARDIA Aquí lo tengo. EL COMISARIO Dámelo, ¿quieres? MISAIL Oye, tú, ¿por qué me miras tanto? EL COMISARIO Pues por lo siguiente. De Moscú se ha escapado un mal hereje, llamado Gregorio Otrepiev. ¿Has oído hablar de él? MISAIL No he oído. EL COMISARIO ¿No has oído? Bien, a ese hereje fugitivo, el Zar lo ha mandado prender y colgar. ¿Has oído? MISAIL No lo sabía. EL COMISARIO _(A Varlaam.)_ ¿Sabes leer? VARLAAM De joven algo sabía, pero lo poco lo he olvidado. EL COMISARIO _(A Misail.)_ ¿Y tú? MISAIL Dios no me ha enseñado. EL COMISARIO Aquí tienes el ukase del Zar. MISAIL ¿Y para qué lo quiero? EL GUARDIA Se me ocurre que ese hereje fugitivo, ladrón y canalla eres tú. MISAIL ¿Yo? ¡Por Dios! ¿Qué tienes conmigo? EL COMISARIO Espera un poco. Ahora mismo lo comprobaremos. LA DUEÑA ¡Ay, estos malditos torturadores! Hasta al anciano monje no lo dejan tranquilo. EL COMISARIO ¿Quién sabe leer? GREGORIO _(Adelantándose.)_ Yo. EL COMISARIO ¡Vedlo al muchacho! ¿Y de dónde aprendiste? GREGORIO De nuestro sacristán. EL COMISARIO _(Entregándole el ukase.)_ Lee en voz alta. GREGORIO _(Lee.)_ «Del monasterio de Chudov el infame monje Gregorio de la familia de los Otrepiev, enseñado por el diablo, cometió la herejía de sublevar a la hermandad con toda clase de incitaciones perturbadoras del orden y de la ley. «De acuerdo a las averiguaciones, Grichka[1], prófugo maldito, huyó a la frontera lituana…» EL COMISARIO _(A Misail.)_ Ese debes ser tú. GREGORIO «Y el Zar ordenó prenderlo…» EL COMISARIO Y ahorcarlo. GREGORIO Aquí no dice ahorcarlo. EL COMISARIO Miente. No todo está escrito, pero se sobreentiende: prenderlo y ahorcarlo. GREGORIO «Y ahorcarlo. El ladrón Grichka tiene _(mirando a Varlaam)_ pasados los cincuenta años, es de estatura mediana, la frente manchada, la barba canosa y barrigón…» _(Todos miran a Varlaam.)_ EL COMISARIO ¡Muchachos! ¡Hemos encontrado a Grichka! ¡Aquí está! ¡Prendedlo! ¡Atadlo! Quién iba a decir que aquí… VARLAAM _(Arrancándole el ukase.)_ ¡Fuera, hijos de perra! ¡Qué voy a ser yo Grichka Otrepievl ¡Cincuenta años, barba canosa y barrigón! ¡No, hermanos! Sois demasiado jóvenes para hacerme estas bromas. Hace tiempo que no leo y deletreo mal, pero esto lo voy a entender, ya que el asunto puede costarme la vida. (Deletrea.) «Tiene veinte años». ¿Qué me dicen, hermanos? ¿Dónde dice cincuenta? Mira. Lee. ¡Veinte! EL GUARDIA Sí… Yo recuerdo que han dicho veinte… Así nos han dicho, creo. EL COMISARIO _(A Gregorio.)_ Hermano, veo que te gustan las bromas. _(Durante la lectura, Gregorio escucha de pie, con la cabeza gacha.)_ VARLAAM _(Continúa leyendo.)_ «De estatura más bien bajo, amplio de hombros, un brazo más corto que otro, los ojos azules, el cabello pelirrojo, en la mejilla una verruga, y en la frente otra». (Dirigiéndose a Gregorio.) Pero, dime, ¿no eres tú acaso? _(Gregorio saca de pronto un puñal; todos se alejan y éste, de un salto, desaparece por la ventana.)_ ¡Detenedlo! ¡Prendedlo! (Todos corren en desorden.) 9 MOSCÚ. CASA DE SCHUISKI ------------------------- SCHUISKI, NUMEROSOS CONVIDADOS. CENAN SCHUISKI Más vino. _(Se levanta y todos hacen lo mismo.)_ Y bien, queridos convidados. Es nuestra última copa. Niño, lee la oración. EL NIÑO Zar de los cielos, que estás en todas partes. Escucha esta plegaria de tus humildes esclavos: Recemos por nuestro soberano, por ti elegido, y por ti bendecido, Zar soberano de todos los cristianos. Cuídalo en el trono y en el campo de batalla, en los caminos y en el lecho de una posada. Otórgale la victoria en contra de sus enemigos. Viva su gloria desde los mares. Viva la salud floreciente de su familia, y se multiplique con valiosos vástagos, y para con nosotros, sus esclavos, sea siempre clemente, bondadoso y tolerante, y la luz inagotable de su sabiduría nos ilumine; levantemos, pues, nuestras copas, y recemos por ti, Zar de los Cielos. SCHUISKI _(Bebe.)_ ¡Viva el gran Soberano! Queridos convidados, perdonadme; agradezco a todos el haber compartido mi mesa; perdonadme, buenas noches. _(Los convidados salen. Schuiski los acompaña hasta la puerta.)_ PUSHKIN Por fin se fueron; pues bien, príncipe Basilio Ivanovich, ya creía que no podríamos conversar. SCHUISKI _(A los criados.)_ ¿Qué hacéis boquiabiertos? Todo lo queréis escuchar. Retirad la vajilla, y fuera. ¿Qué ha ocurrido, Afanasiev Mijailovich? PUSHKIN Milagros, nada más. Mi sobrino, Gabriel Pushkin, me ha enviado hoy desde Kracov un estafeta a caballo. SCHUISKI ¿Y? PUSHKIN Mi sobrino me escribe esta extraña novedad. El hijo de Iván el Terrible… Espera. _(Se dirige a las puertas y observa.)_ El infante soberano, asesinado por orden de Borís… SCHUISKI Esa ya no es ninguna novedad. PUSHKIN Espera, escucha: Demetrio está vivo. SCHUISKI ¡Vivo! ¡Qué noticia! ¿El Zarevich vivo? Realmente milagroso. ¿Y?… PUSHKIN Escucha hasta el final. Sea quién sea, el Zarevich salvado o no, algún fantasma con su aspecto, un granuja audaz, o un impostor desvergonzado, el hecho es que allí apareció un Demetrio. SCHUISKI No puede ser. PUSHKIN El propio Pushkin lo vio llegar entre los primeros al palacio, y saliendo de las filas de los _panis_[2] _lituanos_, entró directamente a la sala secreta del Rey. SCHUISKI ¿Quién es? ¿De dónde viene? PUSHKIN Se sabe que fue lacayo de Vichievski, y que estando enfermo, en su lecho, confesó su nombre a un padre santo, y el alto pani, al conocer el secreto, ayudóle a curarse, y levantándolo del lecho, se fue con él a ver a Segismundo. SCHUISKI ¿Y qué más dicen de ese audaz? PUSHKIN Dicen que es inteligente, muy sociable y hábil, gusta a todos. A los moscovitas emigrados los encanta. Los clérigos latinos están de su parte. El Rey lo mima, y dicen que le prometió ayuda. SCHUISKI Todo eso, hermano, es un bodrio, y sin querer la cabeza me marea. De que es un impostor, no hay duda. Pero reconozco que el peligro es grande. La noticia es importante. Y si llega al pueblo, puede desencadenar una tormenta. PUSHKIN Una tormenta que dudo si el Zar Borís mantendrá la corona sobre su inteligente cabeza. Así sea, si él nos gobierna, como el Zar Iván (que de noche no me acuerde.) ¿Qué provecho tenemos en que no hay condenas, y que no se mande la gente a la sangrienta horca; y de que no entonemos cánticos a jesús, y de que no nos quemen en la plaza pública, y de que el Zar con su cetro no remueva las cenizas? ¿Acaso estamos seguros de nuestras pobres vidas? A nosotros igual nos espera cada día la cárcel, Siberia o las torturas. Allá en un rincón apartado del destierro, nos espera la muerte o la horca. ¿Dónde están los hombres de gran cuna? ¿Dónde están los príncipes Siski, los Schestunov, los Romanov, todos, esperanzas de la Patria? Encerrados, perseguidos en triste destierro; a ti también te espera, después de un tiempo, el mismo destino. ¿Acaso es cómodo todo esto? Dime. Estamos en casa, pero rodeados de infieles esclavos lituanos. Son capaces de vender todos nuestros secretos, comprados por cualquier gobierno. Dependemos de cualquiera de nuestros siervos, a quien podemos castigar si queremos. Ha resuelto él no festejar el día de Yuriev. No tenemos poder ni en nuestras tierras. ¡No te atrevas a echar a un holgazán! Quieras o no, deberás alimentarlo; no te atrevas a traer más siervos, pues irás a parar a la cárcel de encausados. ¿Acaso se oyó alguna vez cosa semejante, aun durante los tiempos del Zar Iván? ¿Y acaso el pueblo está mejor? Pregúntale. Que pruebe el impostor restituir el antiguo día de Yuriev, y reirá que será un contento. SCHUISKI Tienes razón, Pushkin. Pero, ¿sabes?, de todo esto no hablemos más, hasta dentro de un tiempo. PUSHKIN Es justo. Tú eres un hombre razonable. A mí me alegra siempre conversar contigo. Y si a veces algo me inquieta, no puedo ocultarlo y debo decírtelo. Además, la dulce miel de tu cerveza suave me ha desatado hoy la lengua… Adiós, Príncipe. SCHUISKI Adiós, hermano, hasta la vista. _(Acompaña a Pushkin.)_ 10 EL PALACIO DEL ZAR --------------------- EL ZAREVICH DIBUJANDO UN MAPA. LA ZAREVICHA Y LA NODRIZA. EL ZAR KSENIA _(Besando un retrato.)_ Mi querido novio, espléndido Rey mío, ya no eres para mí, para tu novia. Eres para la obscura tumba de un rincón extraño. Jamás hallaré consuelo y por ti lloraré siempre. LA NODRIZA ¡Ay, pobre Zarina! Llora la moza. ¡Cómo cae el rocío! Saldrá el sol y secará el rocío. Tendrás otro novio y será solícito y magnífico. Nuevamente te enamorarás, niña querida, y olvidarás al rey de tu corazón. KSENIA No, madrecita, yo le seré fiel. Aún estando muerto. _(Entra Borís.)_ EL ZAR ¿Cómo estás, Ksenia? ¿Qué tienes, mi querida? Novia y ya triste viuda. Siempre llorando por tu novio muerto. ¡Hijita mía! El destino no ha querido que sea yo testigo de tu alegría. O tal vez irrité a los cielos y no supe construir tu felicidad. Inocente, ¿para qué sufres tanto? ¿Y tú, hijo mío, de qué te ocupas? ¿Qué es esto? FEODOR Es el mapa de nuestra tierra moscovita: nuestro reino. Estos son sus límites. Mira, aquí está Moscú, y aquí Novgorod, aquí Astrakan. Esto es el mar, y éstos los bosques vírgenes de Perm. Y aquí está Siberia. EL ZAR ¿Y esto qué es, que parece una red ondulante y embrollada? FEODOR Es el Volga. EL ZAR ¡Qué bien! ¡He aquí el dulce fruto del estudio! Como desde una nube, puedes observar todo el reino de golpe; las fronteras y los ríos. Estudia, hijo mío: la ciencia nos acorta con su experiencia, la vida ya de por sí muy breve. Alguna vez, quizá muy pronto, todas las comarcas, que ahora has dibujado tan bien en el papel, estarán al alcance de tu mano. Estudia, hijo mío, y más fácil será para ti el trabajo soberano de gobernar al pueblo. _(Entra Simón Godunov_.) Y aquí está Godunov, que viene a informar. _(A Ksenia)_ Alma mía, ve a tu alcoba; perdona, querida mía, ya te consolará Dios. _(Ksenia sale con la nodriza.) (Dirigiéndose a Simón Godunov.)_ ¿Qué puedes contarme, Simón Niquitich? SIMON GODUNOV Hoy al amanecer vinieron a verme el príncipe Basilio y Pushkin, con esta denuncia. EL ZAR ¿De qué se trata? SIMON GODUNOV Pushkin fue el primero en contar, que en la mañana de ayer llegó a Kracov un estafeta y después de una hora regresaba sin respuesta. EL ZAR Alcanzarlo. SIMON GODUNOV Ya he mandado detenerlo. EL ZAR ¿Y de Schuiski, qué se sabe? SIMON GODUNOV Anoche obsequió a sus amigos, a ambos Miloslavski, los Buturlin, a Miguel Salticov, a Pushkin y algunos otros más. Se fueron tarde. Unicamente Pushkin quedó con el dueño, y con él largamente estuvo conversando. EL ZAR Manda llamar en seguida a Schuiski. SIMON GODUNOV Majestad, aquí está. EL ZAR Que entre. _(Simón Godunov sale.)_ EL ZAR Estas relaciones con Lituania me preocupan, ¡qué sé yo! Me repugna esa familia rebelde de los Pushkin. A Schuiski tampoco puedo confiarme: Es pillo, audaz y hábil… _(Entra Schuiski.)_ Debo hablar contigo, Príncipe, pero creo que tú mismo vienes ya con algún asunto, y deseo primero escucharte. SCHUISKI Pues bien, Majestad, mi deber es informarte de una noticia muy importante. EL ZAR. Te escucho. SCHUISKI _(Señalando a Feodor.)_ Majestad… EL ZAR El Zarevich puede conocer todo lo que sabe el Príncipe Schuiski. Habla. SCHUISKI Desde Lituania nos ha llegado la nueva de que… EL ZAR ¿No es aquella que a Pushkin le trajo anoche el estafeta? SCHUISKI _(¡Todo lo sabe!…)_ Creía yo, mi Majestad, que aun no conocías este último secreto. EL ZAR No hace falta, Príncipe, la conozco y estoy pensando sobre esta nueva noticia: ya conoceremos la verdad. SCHUISKI Yo sólo sé que en Kracov apareció un impostor, y que el Rey y los _panis están con él_. EL ZAR ¿Qué dicen? ¿Quién es el impostor? SCHUISKI No lo sé aún. EL ZAR Pero…, ¿por qué es peligroso? SCHUISKI Desde luego que lo es; tu trono, Zar, es poderoso. Tú has conquistado el corazón de tus esclavos con cariño, esfuerzo y generosidad, mas debes saber que la plebe obscura es inconstante, rebelde y con prejuicios; se entrega a cualquier vana esperanza, es indiferente y sorda ante la verdad suprema, y se alimenta de rumores. Además, le gusta la audacia y el atrevimiento. Y si el granuja desconocido pasara la frontera de Lituania, le seguirán una multitud de locos, atraídos por la reaparición del nombre de Demetrio. EL ZAR ¡Demetrio! ¿Cómo? ¡Ese niño! ¡Demetrio! _(Dirigiéndose a Feodor.)_ Zarevich, vete. SCHUISKI (_Se ha puesto colorado_.) ¡Habrá tormenta!… FEODOR Majestad, permite a tu hijo… EL ZAR No se puede, hijo mío; vete. _(Feodor sale.)_ ¡Demetrio!… SCHUISKI El Zar no sabía nada. EL ZAR Escucha, Príncipe; hay que tomar medidas inmediatamente para que Rusia quede separada de Lituania por numerosos guardias fronterizos, para que ni un alma cruce esa frontera; para que ni una liebre pase de Polonia a nuestras tierras; para que ni un cuervo pase volando desde Kracov. Vete. SCHUISKI Voy. EL ZAR Espera. ¿Verdad que esta noticia es ingeniosa? ¿Has oído alguna vez que los muertos salgan de la tumba a interrogar a los Zares, zares legítimos, designados y elegidos por todo el pueblo, coronados por el gran Patriarca? Qué gracioso. ¿Eh? ¿Cómo? ¿Por qué no ríes? SCHUISKI Majestad, yo… EL ZAR Escucha, Príncipe Basilio: cuando yo supe que el infante ése… Que el niño quedó sin vida no sé cómo, tú fuiste a verificar el hecho; ahora te maldigo con Dios y con la Cruz, y te obligo; dime la verdad con la mano en la conciencia: ¿Has reconocido tú al infante asesinado? ¿No hubo cambio? Contesta. SCHUISKI Te juro que… EL ZAR No, Schuiski, no jures. Pero responde: ¿era el Zarevich? SCHUISKI El mismo. EL ZAR Piénsalo bien, Príncipe. Yo te prometo mi clemencia. La vieja mentira en vano no la castigaré con la horca. Pero si ahora sigues engañándome, te juro, por la cabeza de mi hijo, que te alcanzará tan feroz condena, tal condena, que el Zar Iván Vasilievich de horror se estremecerá en la tumba. SCHUISKI Lo horrible no es tu condena; Lo horrible es perder tu favor. ¿Acaso yo me atrevería a cometer contigo semejante villanía? ¿Y podría acaso ciegamente equivocarme, y no reconocer al Zarevich Demetrio? Tres días he visitado la Catedral, acompañado de toda la ciudad, y he visto su cadáver. A su lado se hallaban acostados trece cuerpos, destrozados por el furor del pueblo, y ya estaban algo descompuestos. Pero el rostro infantil del Zarevich Demetrio era claro, fresco y sereno, como si estuviese dormido. No se cerraba la profunda herida. Los rasgos de su cara no habían cambiado. No, Majestad, no tengo dudas. Demetrio duerme en su ataúd. EL ZAR _(Más tranquilo.)_ Suficiente, vete. _(Schuiski sale.)_ ¡Oh, qué peso me he quitado de encima!… Tomaré aliento. Yo sentía que toda la sangre se me subía al rostro. ¡He aquí por qué durante trece años seguidos he soñado con el niño asesinado! Sí, sí. ¡Es eso! Ahora lo comprendo todo. ¿Pero quién es él, el terrible impostor? ¿Quién me amenaza? ¿Un nombre vacío, una sombra? ¿Será posible que una sombra me quite este lugar de pórfido? ¿Y una voz suya le quite la herencia a mis queridos hijos? Soy un demente. ¡De qué me he asustado! A ese fantasma, soplando se lo ahuyenta. Así lo resuelvo; no tendré miedo a nada, pero tampoco despreciaré nada. ¡Ay, es penoso el gorro de mando de Monomaj! 11 KRACOV. LA CASA DE VICHNIEVSKI --------------------------------- EL IMPOSTOR Y EL PATER CHERNIKOSVSKI EL IMPOSTOR No, padre, no habrá dificultades. Conozco bien el espíritu de mi pueblo; su devoción no conoce el estupor. Es sagrado para ellos el ejemplo de su Zar. Además, su paciencia es siempre indiferente. Aseguro que antes de dos años todo mi pueblo, toda la Iglesia del norte, reconocerán el poder del heredero del Zar Iván. PATER Que te ilumine San Ignacio, y te asista para cuando lleguen esos nuevos tiempos. Y mientras, guarda en el alma, Zarevich, la misericordia divina y sus frutos. A veces el deber sagrado nos obliga a ocultar las cosas ante la luz del día. Tus palabras y acciones las juzgará la gente, y Dios únicamente ve las intenciones. EL IMPOSTOR ¡Amén! ¿Quién es? _(Entra un lacayo.)_ Diles que pasen. _(Se abren las puertas. Entra una multitud de rusos y polacos.)_ ¡Camaradas! Nosotros salimos mañana. Saldremos de Kracov, y yo, mi querido Mnichek, me detendré en Sambore por tres días. Conozco tu castillo hospitalario, relumbrante de pompa y de nobleza. Tiene fama su joven dueña, y tengo la esperanza de visitar a la espléndida Marina. Y a vosotros, amigos míos de Rusia y de Lituania, vuestras banderas fraternales, alzadas contra el enemigo común, contra mi pérfido asesino. Hijos, esclavos, os conduciré al combate deseado, a la cabeza de vuestras amenazantes milicias. Pero entre vosotros veo rostros nuevos. GABRIEL PUSHKIN Ellos han venido a pedir tu favor y gracia, y también lanzas para servirte. EL IMPOSTOR Contento estoy, hijos míos; conmigo, venid amigos. Pero, ¿quién es, Pushkin, ese hermoso joven? PUSHKIN El Príncipe Kurbski. EL IMPOSTOR Gran apellido. _(A Kurbski)_ ¿Eres pariente del héroe de Kazan? KURBSKI Su hijo. EL IMPOSTOR ¿Tu padre está vivo aún? KURBSKI No, ha muerto. EL IMPOSTOR ¡Qué gran inteligencia! ¡Varón de combate y de consejo! Pero desde que apareció el cruel vengador de sus ofensas, junto con los lituanos, bajo los muros de la antigua ciudad de Olguin, su fama se ha callado. KURBSKI Mi padre pasó en Volinia el resto de su vida, en las tierras que le regaló Vatorio. Aislado y en silencio buscaba satisfacciones en la ciencia. Pero la labor pacífica no le satisfacía, recordaba siempre su juventud y su patria, y hasta el fin de sus días la extrañaba. EL IMPOSTOR ¡Desdichado jefe! ¡Con qué brillo al principio deslumbró el ruidoso comienzo de su vida tormentosa! Me alegra, paladín guerrero y noble, que su sangre con la de la Patria se concilie. La culpa de los padres no debemos recordarla. ¡Paz en sus tumbas! ¡Acércate, dame tu mano, Kurbski! ¡No es por azar que el hijo del gran Kurbski lleva al trono al hijo del Zar Iván! Todos están conmigo; la gente y el destino. ¿Y tú quién eres? _(Dirigiéndose a uno de los presentes.)_ UN POLACO Sovanski, un polaco libre. EL IMPOSTOR Alabado seas. Honor y libertad, chiquillo. Entregarle de antemano la tercera parte del salario. ¿Y éstos quiénes son? Yo reconozco en ellos las vestiduras de los habitantes de mi querida Patria. Son nuestros. JRUSCHOV _(Saluda inclinándose con la mano puesta sobre el pecho.)_ Así es, mi Soberano, Padrecito nuestro. Somos tus fieles siervos perseguidos. Somos de Moscú, fugitivos. Hemos huido para seguirte, Zar nuestro, y por ti estamos dispuestos a dar nuestras cabezas, y que sean nuestros cadáveres las gradas que te ayuden a subir al trono. EL IMPOSTOR ¡Valor, inocentes víctimas! Permitidme llegar a Moscú, y allí Borís será por todos castigado. ¿Y tú quién eres? KARELLA Cosaco. Vengo enviado del Don, de parte de las tropas libres. De parte de los valientes caudillos, en nombre de los cosacos de infantería y a caballo, para ver tus claros ojos de Soberano y saludarte en nombre de todos ellos. EL IMPOSTOR Yo conocí a los cosacos del Don y no dudé jamás ver en mis filas a los valientes caudillos cosacos. Quedemos agradecidos a las tropas de nuestro querido Don. Nosotros sabemos que hoy día los cosacos están injustamente perseguidos y oprimidos. Pero si Dios nos ayudará a ocupar el trono de nuestros padres, como en el pasado, otorgaremos nuestro favor a nuestro Don libre y fiel. UN POETA (Se acerca, e inclinándose toma el borde de la capa de Grischka.) ¡Gran Príncipe y Excelentísimo Rey! EL IMPOSTOR ¿Qué quieres? EL POETA _(Entregando un papel.)_ Reciba usted con misericordia, este modesto fruto de mi esfuerzo. EL IMPOSTOR ¿Qué veo yo? ¡Versos en latín! Cien veces más se torna sagrada la alianza de la lira y de la espada, una única corona de laureles los enlaza. Nací yo bajo un cielo de claras luces, y conozco la voz de las musas en latín, y amo también las flores del Parnaso, y creo en las profecías de las pitonisas, y en el fuego ardiente de sus pechos. Yo sé que inflamados de admiración bendicen nuestra hazaña, y ya ellos la han glorificado antes. Amigo, acércate, y como recuerdo mío recibe este obsequio. _(Le da un anillo.)_ Cuando conmigo el destino cumpla su mensaje, cuando me ponga la corona de mis padres, tengo la esperanza de escuchar de nuevo tu dulce voz y tu inspirado himno. _Musa gloriam coronat, gloriaque rnusam_. Y bien, amigos, hasta mañana. Hasta la vista. TODOS ¡En marcha! ¡En marcha! ¡Viva Demetrio! ¡Viva el gran príncipe de Moscovia! 12 EL CASTILLO DE MNICHEK DE SOMBORE ------------------------------------ VARIAS SALAS PROFUSAMENTE ILUMINADAS. MÚSICA. VICHNIEVSKI Y MNICHEK MNICHEK Él sólo habla con mi hija Marina, se ocupa únicamente de ella… Y el asunto huele a casamiento; Pero has pensado, confiésalo, Vichnievski; ¿tú crees que mi hija será Zarina? ¿Eh? VICHNIEVSKI Parece milagro; piénsalo, Mnichek, que mi súbdito subirá al trono de Moscovia. MNICHEK ¡Y qué me dices de mi Marina! Apenas le insinué diciendo… Mira, no dejes escapar a Demetrio, y listo. Ya está en sus redes. _(La orquesta ejecuta una danza polaca.)_ (El Impostor se desliza danzando con Marina y formando la primera pareja.) MARINA _(En voz baja a Demetrio.)_ A la noche, sí, a las once, estaré mañana en la alameda de los mirtos. (Se separan. Pasa otra pareja.) EL CABALLERO No sé qué ha encontrado en ella Demetrio. LA DAMA ¡Cómo! ¿Ella? ¡Es una belleza! EL CABALLERO Una ninfa de mármol. Los ojos, los labios y su sonrisa no tienen vida… (Otra pareja.) LA DAMA Él no es hermoso, pero tiene aspecto agradable, y se ve que es de cuna noble. (Otra pareja.) LA DAMA ¿Cuándo parten las tropas? EL CABALLERO Cuando lo ordene el Zarevich. Estamos listos; pero, por lo visto, el _pani Mnichek con Demetrio nos retienen_ prisioneros. LA DAMA ¡Qué cárcel agradable! EL CABALLERO Desde luego, si usted… (Se alejan las parejas. Los salones quedan vacíos.) MNICHEK Somos ancianos, y ya no danzamos. El estrépito de la música ya no nos atrae. Y tampoco retenemos ni besamos esas manos espléndidas. ¡Ay, no he olvidado todavía las viejas travesuras! Ahora no soy como antes, desde luego. Y la juventud, ¡ay, ay!, no es tan audaz ahora, y su belleza no es tan alegre. Amigo mío, reconoces que todo parece haber languidecido. Dejemos esto y vamos, amigo mío, hagamos abrir una botella de ésas ya cubiertas de polvo, de antiguo vino húngaro, y a gusto bebamos juntos. El licor tiene aroma y es espeso, y conversemos entretanto de algo muy importante. Vamos, hermano. VICHNIEVSKI No está mal, amigo; vamos. (Es de noche. El jardín. Una fuente.) EL IMPOSTOR _(Apareciendo.)_ He aquí la fuente y ella a quien espero. Creo que yo desde que nací jamás fui miedoso; he visto ante mis ojos a la muerte, y ante ella mi alma no tembló. Me amenazaba el peligro de perder la libertad, me perseguían, pero mi espíritu jamás se confundía. Con audacia conservé mi libertad, pero ¿Qué es lo que ahora me impide casi respirar? ¿Qué significa este estremecimiento que me oprime el alma? ¿O es el temblor del intenso deseo irrefrenable? ¡Sí, es el miedo! Un día entero esperé este encuentro secreto con Marina, pensando siempre en las palabras que a ella le diría. ¿Cómo seducir su arrogante inteligencia? ¿Cómo llamarla la Zarina futura de Moscovia? Pero llega ya la hora y no recuerdo nada. A mi memoria acuden sólo palabras rudas. El amor confunde mi ardiente fantasía… Alguien ha pasado… Un rumor… Un ruido… Despacio. Pero no, es la luz engañosa de la luna, y la brisa que ha soplado levemente. MARINA _(Acercándose.)_ ¡Zarevich! EL IMPOSTOR ¡Es ella! Toda la sangre en mí se ha detenido. MARINA Demetrio, ¿es usted? EL IMPOSTOR ¡Oh, dulce y mágica voz! _(Yendo hacia ella.)_ ¡Al fin eres tú, eres tú! A quien veo, sola conmigo, bajo las sombras tranquilas de la noche. ¡Con qué lentitud rodaba el día aburridor! ¡Qué lentamente el ocaso en el horizonte oscurecía! ¡Cuánto tiempo te esperaba en la obscuridad nocturnal MARINA Sí, las horas pasan, y el tiempo urge. Yo a ti te di la cita no para oír de ti suaves palabras de apasionado amante. No hacen falta palabras. Estoy segura que me quieres. Pero escucha, yo he decidido unir mi destino a tu destino incierto y tempestuoso. Tengo derecho, pues, de exigirte a ti una cosa, Demetrio; yo exijo que me descubras los secretos de tu alma, las esperanzas, tus intenciones y recelos, para que mano a mano yo pueda ir contigo valientemente por la vida, y no con infantil ceguera. No como esclava de fáciles deseos del marido, concubina tuya, dócil y callada, sino como digna esposa tuya, ayudante del Zar de la Gran Moscovia. EL IMPOSTOR ¡Oh, déjame olvidar, por una hora, mi destino, mis preocupaciones y alarmas. Olvídate que estás ante el Zarevich. ¡Marina! Ve únicamente en mí al elegido amante dichoso de tener sólo tu mirada. ¡Oh, escucha mis ruegos de amor y déjame decir todo lo que llena mi corazón! MARINA No hay tiempo, Príncipe. Tú demoras la partida. Mientras se enfría la fidelidad de tus adeptos. Con cada hora el peligro y los esfuerzos se tornan más difíciles y peligrosos. Ya corren rumores sospechosos, que se renuevan de boca en boca cada día; y Godunov va tomando ya medidas… EL IMPOSTOR ¿Quién? ¿Godunov? ¿Acaso tu amor depende de Borís? ¡Oh, eres mi dicha! Ahora me es indiferente El trono y todo el poder del Zar. Tu amor… es para mí más que la vida, que el brillo de la gloria y el mando. En una estepa lejana, en una pobre choza, tú me reemplazarás la corona del Zar, tu amor… MARINA Avergüénzate de tus palabras… No olvides jamás tu alto y sagrado designio; tu blasón debe ser para ti más valioso que todas las alegrías y todas las tentaciones de la vida. No puedes compararlo con nada… No entrego yo mi vida a un joven apasionado, locamente prisionero de mi hermosura. Debes saberlo; yo entrego solemnemente mi mano al heredero del trono moscovita, al Zarevich, milagrosamente salvado por el destino. EL IMPOSTOR No me tortures, espléndida Marina; no digas que has elegido a mi blasón, más que a mi persona. Marina, tú no sabes cómo hieres dolorosamente mi corazón. ¡Cómo! Tal vez… ¡Oh, duda terrible! Dime, si no fuera mi cuna, la que el destino ciego me deparara, si yo no fuera hijo del Zar Iván, sino tan sólo un joven olvidado por el mundo, entonces…, ¿tú no me amarías? MARINA Demetrio, tú no puedes ser otro, y a otro yo no podría amar. EL IMPOSTOR ¡Basta! Yo no quiero compartir mi suerte con el destino de la muerte que a él le pertenece. ¡No! ¡Basta de fingir! Diré toda la verdad. ¡Entérate, Marina!: Tú Demetrio ha muerto, y hace mucho está enterrado y jamás resucitará. ¿Quieres saber quién soy? Permíteme. Te lo diré: yo soy un pobre joven de negra sotana, aburrido de la cárcel de un convento, que bajo el solideo tiene una cabeza audaz, y ha planeado y preparado este milagro para el mundo; que huyó de la celda buscando amparo bajo el techo de las chozas rebeldes ucranianas y con ellos aprendí a manejar el sable y el caballo. Aparecí por último aquí; me hice llamar Demetrio. Y los polacos, cabezas de chorlos, se dejaron engañar. ¿Qué dices tú ahora de todo esto, orgullosa Marina? ¿Estás contenta con mi confesión? ¿Por qué callas? MARINA ¡Oh, vergüenza! ¡Oh, dolor! _(Silencio.)_ EL IMPOSTOR _(En voz baja.)_ ¡Adónde me ha llevado este impulso de amargura! Tal vez para siempre he matado una felicidad con tanto esfuerzo conquistada. ¡Oh!, ¿qué he hecho? ¡Oh, locura! _(En voz alta)_ veo que te avergüenza un amante sin cuna noble. Pronuncia al fin las palabras fatales para mí. En tus manos está ahora mi destino; decide, yo espero. _(Cae de rodillas.)_ MARINA Levántate, pobre impostor… No imagines que cayendo de rodillas, como ante una niña crédula y débil, enternecerás mi vanidoso corazón. Amigo, te equivocas; a mis pies he visto caballeros y condes de alta alcurnia, pero sus ruegos rechacé muchas veces fríamente, no para que un pobre monje fugitivo… EL IMPOSTOR _(Se levanta.)_ No desprecies al joven impostor; él lleva en su sangre mucha valentía, y tal vez es más digno del trono moscovita que tus manos de mujer… MARINA Digno eres de la horca vergonzosa. ¡Atrevido! EL IMPOSTOR Culpable soy. Encendido de orgullo, engañé a Dios, al pueblo y a los Zares; he mentido al mundo, pero no a ti, Marina; castígame, yo a ti te digo la verdad. No. Yo no podía engañarte. Tú eres para mí lo único sagrado, ante ti no podía yo fingir. El amor, el amor celoso y ciego, sólo el amor me obligó a confesar. MARINA Demente, ¿de qué te vanaglorias? ¿A quién le hacía falta esa confesión? Si tú eres un vagabundo sin nombre, que supo enceguecer maravillosamente a dos pueblos, al menos deberías, entonces, para lograr el éxito deseado, asegurarlo con un silencio muy secreto, Eterno y profundo, que oculte este audaz engaño. ¿Pueda yo, dime, entregarme a ti, olvidando mi cuna y mi pudor de virgen; unir mi destino con el tuyo, cuando tú mismo, con tanta sencillez y tal liviandad descubres tu mentira y tu vergüenza? De amor por mí has charlado en demasía; me asombra que ante mi padre, por amistad, no hayas hecho lo mismo, o de alegría ante nuestro Rey, o aun ante el _pani Vichnievski, por debilidad de empeñoso_ servidor. EL IMPOSTOR Te juro que únicamente tú has podido arrancar de mí esta confesión. Te juro que jamás y en ninguna parte, ni en un festín con varias copas de locura, ni en la intimidad de una conversación de amigos, ni bajo la amenaza del cuchillo, la tortura o el tormento, podría mi lengua pronunciar este secreto. MARINA ¡Tú has jurado! Y no debo creerte. ¡Sí, te creo! Pero, dime, ¿en nombre de qué, se puede saber, en nombre de qué tú has jurado? ¿No será en nombre de Dios, como fiel creyente infeliz adoptado por los padres, o has jurado por el honor, como un guerrero noble, o has jurado tal vez por tu sola palabra de Zarevich? ¿No es eso? ¡Habla! DEMETRIO _(Con orgullo.)_ La sombra de Iván el Terrible me cobija, y me guía Demetrio desde la triste tumba. Los pueblos se alzan por mi mano, y Borís caerá víctima de mi castigo. Zarevich soy. Basta de avergonzarme y humillarme ante una orgullosa polaca. Adiós para siempre. El juego sangriento de la guerra, y mi destino de múltiples preocupaciones, apagarán, guardo la esperanza, la angustia de este gran amor. ¡Oh, cómo comenzaré a odiarte, cuando pase el calor de la pasión! Ahora voy a la corona o al fracaso. Rusia espera ahora mi mando. Hallaré la muerte, como soldado, en el combate honesto, o como un malvado el castigo de la horca. No quieres ser mi amiga; no compartirás conmigo mi destino, pero tal vez lamentarás algún día la suerte rechazada. MARINA ¿Y si tu atrevido engaño de antemano yo ante todos lo descubro? EL IMPOSTOR ¿Crees que a ti te tengo miedo?… ¿Que confiarán más en una señorita polaca que en el Zarevich de toda Rusia? Pero sábelo: que ni el Rey, ni el Papa, ni las hechiceras se preocupan de la verdad de mis palabras. No les preocupa si soy o no Demetrio. Yo soy pretexto de litigio y guerra, eso es lo que ellos necesitan, y a ti, rebelde, créeme, te obligarán a guardar silencio. ¡Adiósl MARINA Zarevich, espera, al fin escucho palabras dignas de un hombre y no de un chiquillo. Tus palabras me reconcilian contigo, Príncipe. Olvido tu loco impulso, y veo ante mí de nuevo a Demetrio. Pero escucha, es tiempo ya, es tiempo que despiertes, y no aplaces tu partida. Conduce tú los regimientos, para que lleguen más pronto a Moscú. Limpia el Kremlin, y ocupa el trono moscovita. Entonces envía por mí un mensajero para nuestro casamiento. Pero que Dios sea testigo: mientras tu pie no pise las gradas del trono que ansías, mientras no derroques a Borís Godunov, no escucharé yo tus palabras ardientes de amor. _(Sale.)_ EL IMPOSTOR Sí. Me es más fácil pelear en contra de Godunov, conversar con astucia con un jesuita de la Corte, que hablar con una mujer. ¡Al diablo con ellas! No tengo fuerzas. Embrolla, se desliza, se arrastra, se escurre de las manos, chilla, amenaza, y muerde. ¡Es una víbora, una víbora!… No en vano temblaba… Ella casi casi me hunde para siempre. Pero estoy resuelto: mañana moveré a mis huestes. 13 LA FRONTERA LITUANA ---------------------- (16 de octubre del año 1604) EL PRÍNCIPE KURBSKI Y EL IMPOSTOR. AMBOS A CABALLO. SE ACERCAN A LA FRONTERA KURBSKI _(Galopando adelante de todos.)_ ¡Aquí! ¡Aquí está! ¡Es ésta la frontera rusa! ¡Santa Rusia, patria mía! ¡Yo soy tuyo! Con desprecio sacudiré la ceniza y el polvo ajeno de mis vestiduras, y ávidamente respiraré este aire nuevo. Este aire mío… ¡Oh, padre mío! Tu alma ahora se consolará en la tumba, y se alegrarán tus huesos seculares. Ahora brilla de nuevo nuestra espada, esta gloriosa espada, tempestad de las tierras oscuras de Kazan. Esta bondadosa espada está al servicio de los zares moscovitas. ¡En mi fiesta brillará en defensa de su esperanza soberana! EL IMPOSTOR _(Avanza lentamente, con la cabeza inclinada.)_ ¡Qué dichoso estás! ¡Con qué alegría y gloria florece tu alma diáfana! ¡Oh, guerrero mío, cómo te envidio! Olvidando las ofensas a su padre, expiando su culpa después de su muerte, estás dispuesto a derramar la sangre por el hijo del Zar Iván y devolver a la Patria al Zar legítimo… Tienes razón, tu alma debe inflamarse de alegría. KURBSKI ¿Será posible que tú no estés alegre? Estamos en la Rusia nuestra. Zarevich, Rusia es tuya. Allí te esperan los corazones de tu gente. Moscú tuya, tuyo el Kremlin, tuya esta tierra, toda. EL IMPOSTOR ¡Oh, Kurbski! Se derramará aún la sangre rusa. Vosotros habéis empuñado la espada en defensa del Zar. Vosotros estáis limpios. Pero yo los conduzco contra vuestros hermanos; yo llamé a Lituania contra Rusia; yo señalé el camino secreto a los enemigos de Moscú, la bella… Pero no importa. ¡Que mi pecado recaiga sobre Borís, el asesino! ¡Adelante! KURBSKI ¡Adelantel ¡Muerte a Godunov! _(Galopan. Los regimientos pesan la frontera.)_ LA DUMA[3] DEL ZAR EL ZAR, PATRIARCAS Y BOYARDOS EL ZAR ¿Será posible que un granuja, un monje fugitivo, conduzca contra nosotros esas malditas huestes, y se atreva a escribirnos amenazas? ¡Basta! ¡Ya es tiempo de sujetar a ese demente! ¡Marchad! ¡Tú, Trubeskoy, y tú, Basmanov! A nuestros esforzados combatientes les hace falta ayuda. La ciudad de Chernigov está cercada por las fuerzas rebeldes. Salvad la ciudad y los habitantes. BASMANOV Majestad, no pasarán tres meses a partir de hoy y la gente olvidará el recuerdo de ese impostor malvado. Lo traeremos a Moscú como una fiera, encerrado en una jaula de hierro. Por Dios, yo te lo juro. _(Sale con Trubeskoy.)_ EL ZAR El Soberano de un país vecino, por medio de sus embajadores me propuso una alianza; mas la ayuda ajena no nos hace falta, para rechazar a los polacos y a los traidores. Schelkalov, envía _ukases_ a todos los confines, a los jefes, para que todos monten sus caballos, y a la antigua, nos envíen milicianos; igual, ordenad a los conventos que envíen sus servidores y sus clérigos; en otros años, cuando la Patria estaba en peligro, hasta los ermitaños iban solos al combate. Pero ahora no deseamos molestarlos; que recen por nosotros; éste es el _ukase_ del Zar y los boyardos. Ahora decidiremos un asunto importante: como sabéis vosotros, el insolente impostor ha hecho correr por doquiera infames rumores; a todas partes envió cartas, divulgando alarma y sembrando la duda; corre un rumor rebelde por las plazas; las mentes arden… Hay que enfriarlos; por prevención anunciaría varias condenas. Pero ¿cómo, y cuáles? Ahora resolvamos, Santo Padre, dinos tu opinión; tú eres el primero. EL PATRIARCA Bendito sea el Altísimo que ilumina tu alma y tu espíritu de misericordia y prudente paciencia. Gran Soberano: Tú no deseas la muerte al pecador. Tú esperas con serenidad que pase esta confusión; pasará y a todos los iluminará el sol de la verdad eterna. Tu fiel y devoto servidor, en asuntos terrenales no es juez sabio. Se atreve sólo a levantar su humilde voz. El hijo del demonio, maldito granuja, es el que envía a Demetrio a nuestro pueblo. En nombre del Zarevich, se viste el muy desvergonzado con una toga robada de real investidura. Pero con sólo desgarrarla, se avergonzaría de su propia desnudez. Dios mismo para eso nos envía el medio. Escucha, Soberano: pasaron ya seis años desde aquél en que el Señor te bendijo Zar en nuestro trono. Al atardecer, vino a verme cierta vez un simple pastor, ya más bien anciano, y me confió un secreto muy extraño: «En mi juventud, me dijo, quedé ciego. Y desde entonces no supe lo que era el día ni la noche; en vano me curaba con menjunjes y secretas plegarias, en vano peregrinaba hasta los lugares santos, en vano iba en busca de los sagrados milagros, y humedecía con agua bendita mis ojos. Dios no me mandaba cura. Y he aquí, cuando ya había perdido la esperanza, y me acostumbré a mi oscuridad constante, y ni veía en sueños las cosas antes vistas, pues soñaba sólo con los ruidos, cierta vez, dormido en profundo sueño, oí una voz infantil que me decía: “Levántate, abuelo, y anda hasta la ciudad de Uglich, a la Catedral de Preobrayensky; reza sobre mi tumba, y Dios Todopoderoso y misericordioso te perdonará”. ¿Pero quién eres?, pregunté a la voz del niño; “soy yo, el Zarevich Demetrio. El Zar de los cielos me ha acogido en su seno, y te hablo desde el coro celeste de los ángeles. Yo soy ahora el gran Santo milagroso. Levántate y anda, anciano”». Desperté y pensé: Tal vez sea cierto que Dios, aunque sea tarde, me dé la vista. Iré, y así emprendí mi largo viaje. Así llegué a Uglich, llegué a la Sagrada Catedral y escuché misa. Encendida mi alma de fidelidad y de emoción, lloraba tan dulcemente, que parecía que la ceguera con las lágrimas se me iba de los ojos. Cuando la gente empezó a dispersarse, le dije a mi nieto: Iván, llévame a la tumba del Zarevich Demetrio. Y el niño así lo hizo. Y ya junto a su ataúd, improvisé en voz muy baja una plegaria. Y mis ojos vieron, y volví a ver la luz de Dios, a mi nieto y a la pequeña tumba». Majestad, he aquí el relato del anciano. _(Murmullo general. Durante el relato del Patriarca, varias veces Borís se seca el sudor del rostro con un pañuelo. Continúa hablando el Patriarca.)_ Yo envié a muchos, adrede, a la ciudad de Uglich y supe que muchos mártires dolientes encontraron semejante salvación junto a las tablas del ataúd del Zarevich. Este es mi consejo: Trasladar al Kremlin los sagrados restos, y ponerlos en la Catedral de Arkangelsk. Entonces desaparecerá el engaño del malvado ateo y el poder de los demonios, como también su cuerpo. _(Silencio.)_ EL PRÍNCIPE SCHUISKI Santo padre, ¿quién más que tú conoce los destinos del Altísimo? No seré yo el que lo juzgue; incorruptible fuerza milagrosa puede dar a los restos infantiles y mortales, pero pertenece a la leyenda popular investigar con dedicación e imparcialidad. ¿Pero acaso en tiempos tempestuosos de motín podemos pensar en tan grave asunto? ¿No dirán que a los santos, con audacia, los mezclamos en asuntos terrenales? El pueblo ya de por sí vacila locamente, y hay, por cierto, suficientes rumores alarmantes; no es tiempo para enardecer la mente de la gente con tan importantes e inesperadas novedades. Yo mismo veo: es necesario acabar con los rumores propalados por el malvado y granuja. Pero para eso hay otros recursos más sencillos. Así, pues, soberano, cuando tú ordenes, yo mismo apareceré ante la plaza del pueblo, los convenceré y calmaré esa locura, descubriendo el infame engaño de ese vagabundo. EL ZAR ¡Así sea! Excelentísimo Patriarca, te ruego vengas a mi alcoba. Hoy me hacen falta tus consejos. _(Sale. Le siguen los boyardos.)_ UN BOYARDO _(A otro, en voz baja.)_ ¿Has notado cómo Su Majestad palidecía y un sudor abundante corría por su rostro? OTRO BOYARDO Lo he visto. No me atreví a alzar la vista, ni me atreví a suspirar y menos a moverme. EL PRIMER BOYARDO ¡Cómo lo salvó el Príncipe Schuiski! ¡Es bravo! 14 LLANURA CERCA DE NOVGOROD-SEVERSKI ------------------------------------- (21 de diciembre del año 1604) LA BATALLA LOS SOLDADOS _(Corren en desorden.)_ ¡Oh, desgracia! ¡Desgracia! ¡Es el Zarevich! ¡Y los polacos! ¡Son ellos! ¡Ya están aquí! (Aparecen los capitanes Marjeret y Walter Rozen.) MARJERET ¿Adónde, a dónde van?… ¡_Allons_, atrás! UNO DE LOS SOLDADOS _(Huyendo.)_ ¡Atrás irás tú, si tienes ganas, maldito extranjero! MARJERET ¿_Quoi_? ¿_Quoi_? OTRO SOLDADO ¡Cuá! ¡Cuá! Te gusta, ranita de otro charco, croar contra el Zarevich ruso; pero nosotros somos _pravoslavni_, ortodoxos. MARJERET ¿Qu’est-ce á dire prevoslavni? ¡Sacrés gueux, maudite canaille! Mondieu, mein Herr, j’enrage, on dirait que ça n’a pas de bras pour frapper, ça n’a que des jambes pour foutre le camp. B. ROZEN Es ist Schande. MARJERET Ventre saint-gris!, je ne bouge plus n’un pas, puisque le vin est tiré il faut le boire. ¿Qu’en dites vous, mein Herr? B. ROZEN Sei haben Recht. MARJERET ¡_Tudieu, il y a fait chaud! Çe diable de «Samozvanetz», comme ils l’appellent, est un bougre qui a du poil au cul. ¿Qu’en pensez-vous, mein Herr?_ B. ROZEN ¡Oh, ja! MARJERET ¡Eh! ¡Voyez donc, voyez donc! L’action s’engage sur les derriéres de l’ennemi. Ce doit étre le brave Basmanoff qui aurait fait une sortie. B. ROZEN _Ich Glaube das. (Entran los alemanes.)_ MARJERET ¡Ha, ha! ¡Voici nos Allemands! ¡Messieurs!… ¡Mein Herr, dites leur donc de se rallier et, sacrebleu, chargeons! B. ROZEN _¡Sehr gut! ¡Halt!_ (Los alemanes forman fila)_. ¡Marsch!_ LOS ALEMANES _(Marchan.)_ _¡Hilf Gott_! _(Combaten. Los rusos corren de nuevo.)_ ALEJANDRO PUSHKIN Y LOS POLACOS ¡Victoria! ¡Victoria! ¡Gloria al Zar Demetrio! DEMETRIO _(A caballo.)_ ¡Alto! ¡Alto! Hemos vencido. Es suficiente, ya es bastante. Apiadaos de la sangre rusa. ¡Alto! _(Suenan los clarines y tocan los tambores.)_ LA PLAZA DE LA CATEDRAL DE MOSCÚ EL PUEBLO UNO ¿Saldrá pronto el Zar de la Catedral? OTRO La misa terminó; ahora están rezando. EL PRIMERO ¿Qué? ¿Ya han maldecido al otro? OTRO Yo me acerqué a la puerta y escuché que el diácono gritaba: Gregorio Otrepiev es el anticristo. EL PRIMERO Que lo maldigan. ¡Qué tendrá que ver el Zarevich con Otrepiev! OTRO Al Zarevich ahora le entonan salmos de eterna gloria. EL PRIMERO Memoria eterna al que está vivo. ¡Les va a ir mal a esos ateos! EL TERCERO Calla… ¿Y ese ruido? ¿No será el Zar? EL CUARTO No, ese es un fanático medio loco. (Aparece un fanático con casco de hierro y con esponjas colgadas alrededor del cuello. Llega rodeado de chiquillos.) LOS CHIQUILLOS Nicola, Nicola, casco de hierro… Tero, tero, tero… UNA ANCIANA ¡Dejad, demonios, a este bienaventurado! Nicola, reza por esta pecadora. EL FANÁTICO ¡Dame una monedita, dame! LA ANCIANA Toma un _kopeck_. ¡Reza por mí, Nicola! EL FANÁTICO _(Se sienta en el suelo y reza cantando.)_ ¡La luna pasa, El gato llora, El fanático se alza, Recemos a Dios! (Los chiquillos nuevamente lo rodean.) UNO DE ELLOS Salud, Nicola. ¿Por qué no te quitas la gorra? _(Le tocan el casco de hierro.)_ ¡Cómo suena! EL FANÁTICO Y yo tengo un _kopeck_… UN CHIQUILLO ¡No es cierto! ¡A ver, muéstramelo! _(Le quita la moneda y huye.)_ EL FANÁTICO _(Llora.)_ Le quitaron la monedita al pobre Nicola. ¡Lo ofenden al pobre Nicola! EL PUEBLO ¡El Zar! ¡Viene el Zar! (El Zar sale de la Catedral. Los boyardos reparten limosnas a los mendigos.) EL FANÁTICO ¡Borís! ¡Borís! Los chicos ofenden a Nicola EL ZAR Dadle una limosna. ¿Por qué llora? EL FANÁTICO Los chicos lo ofenden a Nicola… ¡Ordena que los maten, como has asesinado al pequeño Zarevich!… LOS BOYARDOS ¡Fuera! ¡Imbécil! ¡Prendedlo! EL ZAR Dejadlo. ¡Reza por mí, pobre Nicola! _(Sale.)_ EL FANÁTICO _(Siguiéndoles.)_ ¡No, no! No puedo rezar por el Zar Herodes. La Virgen no me lo permite. SIEVSK EL IMPOSTOR RODEADO DE LOS SUYOS EL IMPOSTOR ¿Dónde está el prisionero? UN POLACO Aquí. EL IMPOSTOR Traerlo a mi presencia. _(Traen un prisionero ruso.)_ ¿Quién eres? EL PRISIONERO Me llamo Roynov, un noble moscovita. EL IMPOSTOR ¿Hace mucho que sirves? EL PRISIONERO Hace un mes. EL IMPOSTOR ¿No te avergüenzas, Roynov, de levantar la espada contra mí? EL PRISIONERO ¿Qué hacer? No es nuestra voluntad. EL IMPOSTOR ¿Has peleado en la batalla de Severski? EL PRISIONERO Llegué de Moscú dos semanas antes del combate. EL IMPOSTOR ¿Y Godunov? EL PRISIONERO Estaba muy alarmado por la pérdida de la batalla y por la herida de Mtislavski. Mandó ahora a Schuiski de jefe de las tropas. EL IMPOSTOR ¿Y para qué mandó llamar a Basmanov a Moscú? EL PRISIONERO El Zar lo condecoró con el premio de honor. Basmanov quedó en la Duma del Zar. EL IMPOSTOR Él hacía más falta en el ejército. ¿Y qué tal estáis en Moscú? EL PRISIONERO Gracias a Dios, todo en paz. EL IMPOSTOR ¿Y qué tal? ¿Me esperan? EL PRISIONERO ¡Dios sólo lo sabe! De ti ahora no se atreven a hablar mucho. A unos les cortan la lengua y a otros la cabeza. Esa es la verdad más absoluta. Cada día una condena. Las cárceles llenas, cuando se juntan tres en la plaza, aparece el alcahuete. Y el Soberano, ahora, personalmente, interroga a los delatores. ¡Es una desgracia! ¡Mejor es callar! EL IMPOSTOR No es envidiable la vida de la gente de Borís. ¿Y las tropas? EL PRISIONERO ¿Las tropas? Bien vestidos, bien calzados. Contentos con todo. EL IMPOSTOR ¿Pero son muchos? EL PRISIONERO Quién sabe. EL IMPOSTOR ¿Serán treinta mil? EL PRISIONERO Y… Serán más de cincuenta mil. (El impostor queda pensativo. Los demás se miran mutuamente.) EL IMPOSTOR Y… ¿de mí, qué dicen? EL PRISIONERO Y, hablan de tu bondad, que tú, por decirlo así _(no te enojes)_, eres un pillo, pero muy bravo. EL IMPOSTOR _(Riendo.)_ Eso se los demostraré con los hechos. Amigos, no esperaremos a Schuiski. Los felicito. Mañana comenzaremos la batalla. _(Sale.)_ TODOS ¡Viva Demetrio! LOS POLACOS ¡Mañana es el combate! ¿Ellos son cincuenta mil? Nosotros apenas quince mil. ¡Se ha vuelto loco! OTRO Es fácil, amigo. Un polaco solo puede desafiar a quinientos moscovitas. EL PRISIONERO ¡Puede desafiar!… Pero cuando llegue la pelea. Escaparás ante uno solo. ¡Engreído! EL POLACO Si no estuvieras desarmado, ¡atrevido!, yo te calmaría con este sable. _(Señalando el sable.)_ EL PRISIONERO Nosotros, los rusos, cuando nos hace falta, sin sable nos arreglamos. ¿No quieres probar esto? _(Mostrándole el puño.)_ ¡Cabeza hueca! (El polaco lo mira con orgullo y se aleja en silencio. Todos ríen.) 15 EL BOSQUE ------------ EL FALSO DEMETRIO (EL IMPOSTOR Y PUSHKIN. A LO LEJOS, UN CABALLO MORIBUNDO EL FALSO DEMETRIO ¡Pobre caballo mío! ¡Con qué ánimo trotaba! Hoy, en el último combate, ya herido, qué rápido me llevaba. ¡Pobre caballo mío! PUSHKIN (En voz baja) ¡Vean de qué se apiadal ¡Del caballo! Cuando toda nuestra tropa está en el campo aniquilada. EL IMPOSTOR Oye, tal vez, por la herida, está sólo aturdido, y descansa. PUSHKIN ¡Qué va! Está moribundo. EL IMPOSTOR _(Acercándose al caballo.)_ ¡Pobre caballo mío! ¿Qué hacer? Le sacaré las riendas y desataré la cincha, para que expire libremente. _(Le quita las riendas y la montura al caballo. Entran varios polacos.)_ ¡Salud, señores! ¿Por qué no veo a Kurbski entre ustedes? Lo he visto hoy en lo espeso del combate, cuando se alzaba bravo con su sable, entre sables como espigas ondulantes, creo que lo rodearon; pero su sable por encima de todos se alzaba, y con gritos clamorosos y amenazantes los otros gritos acallaba. ¿Dónde está mi guerrero, mi héroe? LOS POLACOS Cayó en el campo de la muerte. EL IMPOSTOR ¡Honor al valiente y paz eterna para su alma! ¡Qué pocos hemos quedado después de este combate! ¡Qué traidores y malvados, los Zaporoyets, qué malditos! Vosotros, vosotros nos habéis hundido. No poder resistir ni tres minutos. ¡Uno de cada diez será colgado, malvados! PUSHKIN Sea quien sea el culpable, pero nosotros estamos completamente aniquilados. Destrozados. EL IMPOSTOR Y el éxito era nuestro; yo estaba por apoyar a la tropa de avanzada, pero los alemanes nos rechazaron seriamente. ¡Son bravos! Por Dios que son bravos. Los aprecio por eso; de ellos formaré sin falta una guardia de honor. PUSHKIN Y hoy, ¿dónde dormiremos? EL IMPOSTOR Aquí, en el bosque. ¿No sirve acaso de albergue? Apenas amanezca, nos pondremos en marcha; para el almuerzo estaremos en Ribske. Buenas noches. _(Se acuesta colocando de almohada la montura y duerme.)_ PUSHKIN ¡Buen sueño, Zarevich! Destrozado, se salvará huyendo. Es confiado como un niño tonto; lo cuida, desde luego, la providencia; Y nosotros, amigos, no tenemos por qué lamentarlo. 16 MOSCÚ. EL PALACIO DEL ZAR ---------------------------- BORÍS, BASMANOV EL ZAR Hemos vencido, pero ¿qué provecho tenemos? Nos ha coronado la victoria. Pero él nuevamente ha juntado la tropa dispersa y nos amenaza desde las murallas de Putivlia. ¿Qué hacen, mientras tanto, nuestros héroes? Están en Krom, con un grupo de cosacos, riendo detrás de una pobre empalizada. ¡Qué gloria! No estoy satisfecho de ellos. No. Te mandaré de jefe nuevamente. No es la cuna, sino la inteligencia, lo que les hace falta. Deja el orgullo, y que extrañen a sus pagos. Es hora ya de no escuchar el rumor de la plebe. Y destruir esa fatal costumbre. BASMANOV ¡Oh, Soberano! Cien veces bendecido por tu nobleza. ¡Ya llegará el día! ¡Cuando a los libros, con los litigios y el orgullo de cuna y nobleza, los devore el fuego! EL ZAR Ese día no está lejos; Permíteme, primero, calmar la agitación del pueblo. BASMANOV ¿Para qué tenerlo en cuenta? El pueblo siempre está dispuesto a rebelarse. Así como el caballo muerde con furor las riendas; contra el poder del padre el adolescente se subleva, pero qué hacer; el jinete guía tranquilamente a su caballo y el adolescente es siempre vencido por el padre. EL ZAR El caballo a veces arroja a su jinete. Y el hijo no goza siempre la libertad que le otorga el padre. Unicamente, con seguridad sin tregua, podremos convencer al pueblo. Así pensaba Iván, dominador de tempestades, soberano razonable, y así piensa su terrible nieto. No. El pueblo jamás siente la misericordia. Haces el bien, y no te dirán gracias. Roba y castiga y no estarás peor por ello. (_Entra un boyardo_.) ¿Qué hay? EL BOYARDO Han llegado los convidados extranjeros. EL ZAR Voy a recibirlos. Basmanov, espera; quédate aquí. Aún debo hablar contigo. _(Sale.)_ BASMANOV Espíritu Santo y Todopoderoso, que Dios le dé fuerza para terminar con el maldito Otrepiev, que ya después el Soberano hará mucha obra todavía, y mucho bien a toda Rusia. Una idea importante le ha nacido. No debo permitir que se la olvide… Qué perspectiva se abre a mi vida, cuando quiebre los cuernos de los boyardos de gran cuna. Rivales en la batalla, yo no tengo. Seré el primero junto al trono soberano. Y tal vez… Pero, ¿qué es ese ruido extraño? (Alarma. Los boyardos y los cortesanos corren en desorden, y al encontrarse murmuran algo.) UNO ¡Un médico! OTRO ¡Rápido, el Patriarca! EL TERCERO ¡Llamad al Zarevich, al Zarevich! EL CUARTO ¡Oh, padre santo! BASMANOV ¿Qué pasa? EL PRIMERO El Zar está mal. OTRO El Zar se muere. BASMANOV ¡Oh, Dios! OTRO Estaba sentado en el trono y se cayó; arrojó sangre de la boca y las orejas. (Traen al Zar sentado en el trono; entra toda la familia del Zar y todos los boyardos.) EL ZAR Salid todos. Dejad conmigo Sólo al Zarevich. _(Todos salen.)_ Me muero; Hijo mío, abracémonos, me voy. Ahora empezarás a reinar tú. ¡Oh, Dios! Me presentaré ante el Santo Padre en cuerpo y alma. No tengo tiempo para purificarme en una larga confesión. Pero siento, hijo mío, que tú eres para mí algo más caro que la salvación del alma… ¡Así sea! Yo he nacido como simple súbdito… Y debería morir en la obscuridad, como simple súbdito. Pero yo logré el poder supremo. ¿Mas cómo? No preguntes; ya es bastante. Tú eres inocente, y reinarás ahora con legítimo derecho, y yo, por todo, responderé ante Dios. ¡Oh, hijo querido, no te dejes tentar por la falsía! No te enceguezcas voluntariamente. Recibes al país en días tormentosos. Peligroso es ese Impostor extraño. Se hace llamar con un terrible nombre… Yo, desde hace muchos años, soy experto en el mando. Pude detener el motín y la rebeldía. Ante mí temblaron ellos en el patíbulo. La traición jamás osó levantar los ojos. Pero tú eres joven, joven Soberano, sin experiencia. ¿Cómo regirás este país bajo amenaza? ¿Cómo apagarás el motín y detendrás la traición? ¡Pero Dios es grande! Él ilumina la juventud. Él a los débiles les da fuerza… Escucha: primero, elige un buen consejero, seguro, frío, de años maduros, querido por el pueblo. Elígelo entre los boyardos de cuna gloriosa y honorable. Aunque sea a Schuiski. Para las tropas, hoy hace falta un jefe capaz; a Basmanov envíalo y con calma soporta el rumor de los boyardos. Desde la infancia me has acompañado en el Consejo, tú conoces ya algo del arte del mando. No cambies el curso de las cosas. La costumbre es el alma del gobierno. Yo tuve que restablecer los castigos y condenas, los puedes abolir y serás bendecido como han bendecido a tu tío, cuando tomó el trono de Iván el Terrible. Con el tiempo, de a poco, nuevamente, ajusta las riendas del Estado. Ahora afloja, pero no las sueltes de las manos. Sé misericordioso y accesible a los extranjeros. Recibe sus servicios con confianza. Conserva con rigor los reglamentos de la Iglesia. Sé más bien callado; la voz del Zar no debe escucharse en todo trance; debe oírse como sonido sagrado, para anunciar el dolor y el gran júbilo. ¡Oh, hijo querido! Tú entras en esos años cuando ya la sangre por la mujer se inquieta. Conserva, conserva esa pureza santa. El candor, el pudor y el orgullo; el que en años juveniles acostumbra a ahogar sus sentimientos en viciosos placeres, ese, al hacerse hombre, se torna sombrío y sanguinario, y su razón antes de tiempo, obscurece. En tu familia, sé siempre la cabeza; Respeta a tu madre, pero por encima de todos, manda. Para eso, pues, eres el varón y el Zar; ama a tu hermana, tú eres el único amparo que le queda. FEODOR _(De rodillas.)_ No, no; vive y reina eternamente; sin ti, el pueblo y nosotros estamos vencidos. EL ZAR Todo ha terminado; se nublan ya mis ojos. Ya siento el frío de la tumba. _(Entran el Patriarca, los clérigos, y detrás todos los boyardos. A la Zarina la traen de las manos. La hija llora.)_ ¡Ah, es el séquito!… Son los prelados… ¿Quién es? Vienen a cumplir los ritos, a afeitarme. ¡Ha llegado la hora! El Zar se va de monje. Y el obscuro ataúd será mi celda… Espera, excelentísimo Patriarca. Yo todavía soy el Zar. Sabedlo, vosotros los boyardos. A éste es a quien delego el mando: Besad la cruz a Feodor, Basmanov. Amigos míos, ante la tumba os suplico, servidle con empeño y lealtad. Él es tan joven y tan cándido. ¿Lo juráis, o no? LOS BOYARDOS Juramos. EL ZAR Estoy contento. Perdonadme los derroches y pecados. Las ocultas ofensas y las manifiestas… Padre Santo, acércate, estoy preparado. (Comienza el rito de afeitarlo. A las mujeres las llevan desmayadas.) 17 DIÁLOGO ---------- ENTRAN BASMANOV Y PUSHKIN BASMANOV Pasa, entra y habla libremente. ¿Conque el Impostor te envió a hablarme? PUSHKIN Él te ofrece su amistad. Y el primer puesto en el gobierno moscovita. BASMANOV A mí, ya Feodor me tiene en gran aprecio. Fui ascendido y soy jefe de mando de las tropas. Me asignó también un título de nobleza. Y contra la ira de los boyardos, he aceptado, lo he jurado. PUSHKIN Tú has jurado al heredero legítimo del trono, ¿pero si el otro, el legítimo, de verdad está vivo?… BASMANOV Escucha, Pushkin, basta de hablar en el vacío: Yo sé quién es… PUSHKIN Rusia y Lituania, hace mucho que le han reconocido, pero, sea de paso, yo no estoy de acuerdo. Quizá sea él el Demetrio verdadero, quizá sea él un Impostor; únicamente estoy seguro que, tarde o temprano, el hijo de Borís le deberá ceder el trono. BASMANOV Por ahora, soy fiel al joven Zar, mientras no abandone el trono; gracias a Dios, tenemos regimientos suficientes. Los alentaré con la victoria, y ustedes, ¿a quién mandarán contra mí? ¿Acaso a Karella el cosaco, o a Mnichek? ¡Si ustedes no son muchos! Ocho mil, apenas. PUSHKIN Te equivocas; son mucho menos. Yo te diré, nuestras tropas son inservibles. Los cosacos sólo saben saquear las aldeas. Los polacos son engreídos y únicamente beben. Y los rusos… Ya lo sabes, ante ti no puedo fingir nada; pero sabes, Basmanov, en qué reside nuestra fuerza. No en la tropa, no. Ni en la ayuda de Polonia. Nuestra fuerza reside en la opinión. ¡Sí! En la opinión del pueblo. Recuerdas el triunfo de Demetrio, cuando con pacíficas conquistas, cuando, sin un solo disparo, se le entregaban obedientes las ciudades, y la plebe castigaba a los caciques. Tú mismo has visto si vuestras tropas, contra él, han peleado a gusto. ¿Cuándo? ¿Están todos con Borís? ¡No! ¿Y ahora?… No, Basmanov; ya es tarde para discutir el caso, y encender la fría ceniza de la discordia; con toda tu inteligencia y firme voluntad, no podrás mantenerte. ¿No es mejor, entonces, dar el primer paso razonable, y proclamar al Zar Demetrio, y de esta manera quedar agradecido para siempre? ¿Qué piensas? BASMANOV Lo sabréis mañana. PUSHKIN ¿No te decides? BASMANOV Adiós. PUSHKIN Piénsalo, Basmanov. _(Sale.)_ BASMANOV Tiene razón, tiene razón; en todas partes madura la traición. ¿Qué hacer? ¿Acaso deberé esperar que los sublevados también me entreguen a mí, atado y vencido, a Otrepiev? ¿No será mejor prevenir el cambio de esta corriente tormentosa e ir solo?… ¡Pero traicionar el juramento! Y merecer el deshonor de las generaciones, pagar así la confianza del joven sucesor con una traición terrible. Condenar o perseguir, es fácil. Planear un motín o una conspiración… Pero yo, el favorito del nuevo Soberano… Pero la muerte… el poder… el terror del pueblo… _(Reflexiona.)_ ¡Entrad! ¿Quién anda? _(Silba.)_ ¡Pronto, mi caballo! ¡Tocad a reunión, y formad fila! 18 LA PLAZA ----------- LA ROTONDA DE LOS SUPLICIOS. PUSHKIN SE APROXIMA RODEADO DEL PUEBLO EL PUEBLO El Zarevich nos envía a este boyardo. Escuchémoslo, a ver qué dice. ¡Aquí! ¡Aquí! PUSHKIN _(Hablando desde las gradas de la rotonda.)_ Ciudadanos de Moscú, el Zarevich me ha mandado que os salude. (Saluda.) Vosotros sabéis cómo se salvó el Zarevich por magia celestial, de las manos asesinas. Él venía a castigar al asesino suyo, pero el juicio de Dios ya cayó sobre Borís. Rusia toda ya se ha entregado a Demetrio; el propio Basmanov, con empeñoso arrepentimiento, le llevó sus ejércitos y le prestó su juramento. Demetrio viene a vosotros con amor y paz. ¿Acaso vosotros, para congraciaros con la familia de Godunov, alzaréis las manos contra el legítimo Zar, nieto del gran Monomajov? EL PUEBLO Desde luego, no. PUSHKIN ¡Ciudadanos de Moscú! El mundo sabe todo lo que habéis soportado Bajo el poder del cruel Zar advenedizo. Condenas, castigos, deshonras, impuestos, el trabajo y la humillación, todo lo habéis sobrevivido. Demetrio está dispuesto a perdonar a los boyardos y a los nobles funcionarios, a militares, extranjeros, mercaderes y a todo el pueblo honrado. ¿Acaso vosotros empezaréis a resistir locamente, y rechazar con altivez su misericordia? Él se dirige al trono del país, al trono de sus padres, acompañado de terribles fuerzas. No irritéis al Zar y temed a Dios. Besad la cruz del legítimo Señor. ¡Rendíos! Y sin tardanza enviadle a Demetrio, a su cuartel del campo, al Metropolitano, a los boyardos, popes y gente destacada. ¡Saludemos al padre Soberano!, (Desciende de las gradas. Murmullo del pueblo.) EL PUEBLO ¿Qué responder? El boyardo dijo la verdad. ¡Viva Demetrio, nuestro padre! UN MUJIK _(Subiendo a las gradas.)_ ¡Pueblo! ¡Gente! ¡Todos al Kremlin! ¡Al palacio del Zar! ¡Adelante! A sujetar al cachorro de Borís. EL PUEBLO _(La multitud avanza.)_ ¡Atarlo! ¡Ahogarlo! ¡Viva Demetrio! ¡Muera la casta de Borís Godunov! 19 EL KREMLIN. EL PALACIO DE BORÍS ---------------------------------- CENTINELAS EN LA GALERÍA. FEODOR DETRÁS DE UNA VENTANA UN MENDIGO ¡Por Dios, una limosna! EL CENTINELA Anda. Está prohibido hablar con los detenidos. FEODOR Anda, anciano, que yo soy más pobre que tú: Tú estás en libertad. _(Ksenia se acerca a la ventana ocultándose detrás del cortinado.)_ UNA VOZ DEL PUEBLO ¡Es el hermano y la hermana! Pobres chicos, están como pájaros enjaulados. OTRO ¿Acaso tenemos por qué tenerles lástima? ¡Casta maldita! EL PRIMERO El padre era un malvado, pero los hijos son inocentes. OTRO La manzana no cae jamás lejos del manzano. KSENIA Hermano, hermano, creo que se acercan los boyardos. FEODOR Son Golitzin y Mosalski. Los demás no los conozco. KSENIA Ay, hermanito, se me detiene el corazón. _(Aparecen Golitzin, Mosalski, Molchanov y Cherefedinov, seguidos por tres arqueros.)_ EL PUEBLO ¡Abrid paso! ¡Abrid paso, que vienen los boyardos! _(Entran en el palacio.)_ UNA VOZ DEL PUEBLO ¿Para qué habrán venido? OTRO Seguramente para el juramento de Feodor Godunov al trono. EL TERCERO ¿Lo crees? ¿Oyes? ¡Son ruidos en la casa! ¡Alarma! ¡Hay pelea! EL PUEBLO ¿Oyes? ¡Un chillido! ¡Es voz de mujer! Entremos. Las puertas están cerradas. Ya no gritan. (Abren las puertas y Mosalski aparece en la galería.) MOSALSKI ¡Pueblo! María Godunova y el hijo Feodor se han envenenado. Hemos encontrado sus cadáveres. _(El pueblo, horrorizado, calla.)_ ¿Por qué calláis? ¡Gritad! ¡Viva el Zar Demetrio Ivanovich! (El pueblo guarda silencio.) F I N NOTAS ===== [1] Diminutivo de Gregorio. [2] Señores, en polaco. [3] Consejo.