Jaime López: Nordaka 21 de junio de 2024 --- De casi nada estoy tan seguro como de que Jaime López es el artista vivo que más quiero. A él, a sus letras, atropelladas de continuo por la reedición infinita de los viernes en el ligue, en el rodeo, en la cantina. O por esa melancolía culposa del día después, cuando uno, si todavía tiene un alma, se siente bien pero se siente mal. Lo quiero a Jaime porque hace canciones que cuentan la deriva de esta polvareda triste que somos casi todos en México (unos arrojados lejos, más allá del patio, y otros nomás revoloteando alrededor de la ventana), cuando vamos y venimos, cuando amamos, cuando ni la burla o hasta la burla perdonamos, lo mismo perdidos en el desierto que en los corn flakes. Lo quiero, pues, porque carga con su cuna norteña como un comalense con su cobija calentita cuando va al infierno. Porque su gesto de amor es perder su lana en Tijuana alguna vez. Porque se sabe espantapájaros en un lote baldío. Porque se juega al albur sus mejores, últimas cartas. Y se jode. Como todos. Como casi todos. O como casi ninguno. (Como lo jodió el OTI, como nunca debió ser el OTI, como perdió, heroica pero merecidamente, el estúpido, infeliz OTI. Como toda la gente que no acabamos de entender las ganas de Jaime de contradecir al OTI, quién sabe por qué ni para qué). No sé describir bien qué tanto y por cuánto quiero a Jaime López. Sé, eso sí, que ha hecho y sigue haciendo un montón de canciones divertidas, tristes y a veces más honestas que las tres o cuatro cosas honestas que le quedan al mundo. Y eso es para mí lo único que cuenta. No sé si como rock, eso sí, pero cuenta. Hoy me alegró escuchar por vez ochenta mil su *Nordaka* (1999), que debe ser uno de mis diez discos favoritos en la vida (¡y con Piporro!). Y quise dejar al menos este breve testimonio de mi respeto y gratitud por su modo de hacer canciones. Youtube: watch?v=g4dr5AZP43I PS: me alegró también leer un dato en la entrada de Jaime en Wikipedia, donde dice que fue un sargento apellidado Chanona (militar, eso sí qué pena), quien le enseñó a tocar la guitarra «allá por los corrales». Para que se vea que el norte, sea en las barracas del ejército o en cualquier esquina, está lleno de gente del sur. Polvo en el polvo. Porque la diáspora no discrimina.