La eternidad no empieza aquí… por ahora

 “Cuando estoy con Cristina pienso lo mismo que cualquier madre que le lleva flores a la tumba de su niña, sólo que con un poco más de esperanza”. Eulalia Castillejo conserva el cuerpo de su hija en una cuba con nitrógeno líquido de la empresa Alcor, en Phoenix (Arizona), desde hace 26 años. Las instalaciones de Alcor también albergan el cuerpo de su suegra, que falleció en 2002, lo que convierte a esta empresaria mallorquina en la única española que ha utilizado un servicio de “criopreservación” humana. “En la tumba sé que no voy a volver a verla”, asegura, “pero aquí sé que la ciencia va a progresar y hay una esperanza”.

Después de la trágica muerte de su hija, con 21 años, Eulalia compró una vivienda en Arizona, donde pasa la mitad del año para estar cerca de sus seres queridos y de las instalaciones donde ella también piensa “criopreservarse”. Ahora ha puesto sus dos hoteles en venta para trasladarse a EEUU de forma permanente con su marido, su hijo y sus dos nietos, y que todos tengan una opción real de crionizarse. “Si nos pasara algo aquí”, afirma en conversación telefónica con lainformacion.com, “lo íbamos a tener un poco difícil, por eso queremos irnos allí a vivir definitivamente”.

El caso de Eulalia es un buen ejemplo de las dificultades legales y logísticas que tienen las personas que desean ser crionizadas en España. El último presidente de la Sociedad Española de Criogenización, Andrés Albarrán, murió el pasado mes de octubre de un paro cardíaco y no se pudo cumplir su sueño. El anterior presidente, Luis Mingorance, se estrelló con su avioneta hace unos años y el accidente impidió cualquier vía para una posible preservación.

De momento sólo existen tres empresas en el mundo que ofrezcan este tipo de servicios. Dos en EEUU, (la citada Alcor y Cryonics Institute, en Michigan) y la rusa KrioRus. A fecha de hoy [marzo de 2011], hay alrededor de 220 personas conservadas en nitrógeno líquido en alguna de estas tres instalaciones. Algunos conservan el cuerpo entero y otros solo la cabeza, con la esperanza de que la tecnología del futuro permita devolverlos a la vida. Para la ley, estas instalaciones tienen estatus de banco de donación de tejidos, aunque ellos prefieren hablar de “pacientes” para referirse a los cuerpos. Para la ciencia, como veremos, puede que algún día logremos algo así, pero las técnicas que utilizan estas empresas no parecen garantía de una vida eterna.

En España hay alrededor de un centenar de personas interesadas e implicadas de alguna u otra manera en la crionización. La Sociedad Española de Criogenización alcanzó la cifra de cien socios, pero como la ley impide que se presten este tipo de servicios, la única alternativa si uno quiere ser crionizado es buscarse una solución por su cuenta y desplazarse en vida hasta uno de estos países, si una muerte súbita no le sorprende antes.“Llevamos años estudiando la forma de hacer en España lo que se hace en otros lugares”, asegura Antonio Mingorance, hermano del primer presidente de la asociación y uno de los fundadores, “pero la administración pone todo tipo de trabas”. La ley dice que si una persona fallece su cuerpo sólo se puede enterrar o incinerar, así que la alternativa es preparar el cuerpo y llevarlo a EEUU en avión. “Pero ahí tropezamos otra vez con la ley”, asegura, “porque obliga a embalsamar el cuerpo y no se cumplen las condiciones para crionizarlo”.

Sueños de inmortalidad

Antonio Mingorance tiene 69 años. Nos recibe en su casa de Madrid, un ático con una panorámica impresionante de la ciudad y en el que hace años se construyó su propio observatorio astronómico. La estancia está llena de libros, revistas y fotos de sus nietos. Es un hombre con muchas inquietudes. “No es que tenga miedo a morir, es que me da rabia”, explica. “¿No sueñas con ver lo que pasará con el planeta y con los humanos? Y si algún día contactamos con otra civilización, ¿no te gustaría verlo?”. Su visión del asunto es sobre todo pragmática, prefiere tener una posibilidad de seguir viviendo, por infinitamente reducida que parezca, a la certeza de la nada más absoluta. “Imagina que caminas por el desierto del Sáhara”, asegura, “y se te estropea la cámara de fotos. ¿La tirarías a la arena o la envolverías a ver si la reparan en el futuro?”.

Mientras hablamos, Antonio fuma un cigarrillo tras otro y se toma tres bebidas de cola en menos de media hora. No le obsesiona la salud, desde luego, sino vivir plenamente y que la fiesta no termine. “Prefiero morir de cáncer que tener un infarto”, afirma con seguridad. “Con un cáncer, por muy rápido que sea, aún tendría tiempo de desplazarme a EEUU. ¿Conoces la expresión ‘agarrarse a un clavo ardiendo’? Pues digamos que yo me agarro a un clavo congelado”, se ríe.

Las personas que piensan en prolongar su vida con uno de estos programas tienen un denominador común: la muerte les parece una apuesta perdida, cualquier esperanza, por remota que sea, es siempre mejor opción. “Prefiero estar crionizada que metida en una tumba, te lo digo con el corazón”, asegura Eulalia Castillejo. “Crionizándote siempre hay una posibilidad, pero como te metas en la tumba…”. Para Antonio Martín, tecnólogo y otro de los socios más antiguos, la clave está en que “nuestra cultura da por hecho que hay algo que no tiene solución, que es la muerte”. “Y esto es una esperanza que lucha contra una desesperanza”, sentencia. El italiano Giulio Prisco, que lleva años promoviendo el transhumanismo en España y Europa, también lo tiene claro. “Si me preguntas si quiero gastar mi dinero por una posibilidad de vivir”, dice, “te contesto que sí. Es mejor que nada”. Él, en concreto, es socio de Cryonics y tiene una póliza para ser crionizado. “Si me ocurre algo como un ataque al corazón, me muero y ya está”, asegura, “tampoco es algo tan catastrófico. Ahora, si mañana mi médico me dijera ‘tú tienes cáncer, te vas a morir dentro de seis meses’, entonces sí me mudaría a EEUU”.

Javier Ruiz, informático de 45 años y coordinador de Crionica.org, admite que se trata de una apuesta y que con la tecnología actual no hay posibilidad de volver a la vida. “Nosotros sabemos que no hay ninguna garantía de éxito”, asegura. “Esto es exactamente igual a una operación quirúrgica de alto riesgo: no hay garantías, pero lo lógico es someterse a un tratamiento, no puedes renunciar a tu vida”. Él y otras seis personas trabajan desde hace meses en desarrollar en España un instituto criónico que permita realizar este tipo de criopreservaciones. “Tenemos un director científico, un ingeniero…”, asegura, “Hay un grupo de personas que se están encargando de desarrollar el proyecto, es posible que consigamos algo de financiación en relativamente poco tiempo y puede que tengamos alguna novedad importante antes del verano”.

Javier es miembro de Cryonics Institute, pagó la cuota, y dio de alta a sus padres. A la espera de ver si es viable el proyecto español, él aún no ha dado el paso definitivo, pero los precios de estos servicios, que se encuentran en la web de las compañías, no son tan desorbitados como cabría pensar. Se entregan unas cantidades cerradas en vida, nos explica Javier, y una vez que “congelan” al paciente, es la compañía, y no su familia, la que cobra su seguro de vida para cubrir los gastos.

Lo que dice la Ciencia

La única seguridad que ofrecen las compañías criónicas a estas alturas es que conservarán el cuerpo, o la cabeza, en distintos grados de deterioro, a muy baja temperatura, a la espera de que un día desarrollemos la tecnología capaz de reanimarlos. A partir de aquí, las propias empresas admiten que no garantizan nada. Se podría decir que aquí termina la ciencia y empieza algo más parecido a la esperanza, de acuerdo con los especialistas en biopreservación que trabajan cada día conservando tejidos. Aunque algunos científicos han expresado su confianza en estos métodos, la mayoría de la comunidad científica sigue mostrándose escéptica.

Lluis Montoliú es investigador científico del CSIC, y trabaja en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) criopreservando embriones de ratón dentro del proyecto europeo EMMA. En su opinión, lo que ofrecen estas compañías hoy por hoy es pura fantasía y "no podemos dar la sensación de que esto va a ser posible pasado mañana". "La criopreservación de organismos enteros lo único que consigue es congelar ese momento", asegura. "De ahí a deducir que ese individuo completo va a poder descongelarse, hay un buen trecho. Una cosa es la ciencia y otra la ciencia ficción".

Ramón Risco, responsable del grupo de Criopreservacion de Tejidos y Órganos de la Universidad de Sevilla, se expresa aún con más contundencia: "Una persona muerta y congelada en estas condiciones está tan muerta como mi bisabuelo", afirma. "Lo que dicen no tiene ninguna base científica, lo que no quita que si se sigue investigando en un futuro reciente sí que se consiga algo así".

Para entender en qué consiste la dificultad técnica, hay que explicar primero el problema de la cristalización de los tejidos. El objetivo es evitar que se forme hielo en las células, y que éstas se dañen, y para ello Alcor y Cryonics sustituyen parte del agua del cuerpo por criopreservantes (una especie de anticongelantes) en las primeras horas después de la muerte y aplican una técnica conocida como “vitrificación”. Esta técnica se utiliza y ha dado resultados en la conservación de células, embriones, e incluso órganos pequeños como el riñón de un conejo, pero revivir un organismo vivo entraña algunas dificultades difíciles de franquear.

Para inducir este estado en cuerpos grandes, nos explica Risco, se descubrió que el criopreservante intoxica el sistema salvo que sigamos la curva de equilibrio termodinámico y se vaya introduciendo el crioprotector de manera escalonada, bajando el punto de congelación paulatinamente. Si no se hace así, asegura Risco, "antes de empezar ya han matado el sistema, la concentración es demasiado alta para que sea compatible con la vida". Por otro lado, advierte Lluis Montoliú, "para cada tejido los procedimientos de criopreservación son distintos”. “Un ratón entero no se puede criopreservar”, asegura. “Si tienes un organismo con centenares de tipos celulares lo más probable es que lo que funcione para uno no funcione para más". Además, están los daños fisiológicos que produciría la deshidratación y rehidratación masiva de las células del cuerpo. Con las técnicas de criopreservación actuales, un buen número de células quedan dañadas. En órganos más sencillos, como un riñón, quizá se recupere algo de funcionalidad con daños del 60%, pero ¿qué pasaría con el cerebro?

Otro aspecto importante es que no sirve congelar con una técnica y esperar a que la tecnología futura resuelva el problema, porque ambos aspectos, congelación y descongelación, van intrínsecamente unidos. "En el supuesto caso de que fuera posible”, resume Montoliú, “la tecnología que se diseñara para la descongelación llevaría asociada una tecnología precisa de congelación, que poco o nada tendría que ver con la que se ha aplicado con estos cuerpos con la tecnología actual. Por eso es un brindis al sol”.

Las propias compañías admiten los argumentos de los escépticos. "Será necesario reparar las moléculas alteradas por la vitrificación en un futuro", dice Alcor. Aún así, las dificultades técnicas no arredran a los que confían en la criopreservación humana. Giulio Prisco cree que estas barreras que ahora pone la ciencia algún día se podrán resolver. “La tecnología de mañana se tendrá que adaptar a lo que se ha hecho para congelar a la gente”, asegura. “Hoy en día el vídeo es digital”, ejemplifica, “pero si tienes una cinta que ha hecho tu abuelo con tecnología mucho menos avanzada puedes cambiar esa cinta de formato, aunque sea mucho más complicado”.

La cuestión está en si consideramos o no la muerte como un proceso irreversible. “Esa línea es imposible de definir”, asegura Javier Ruiz, “no podemos decir que algo está muerto por el hecho de que no pueda ser recuperado. Mientras tengan la estructura conservada, la función la puedes recuperar”. Los expertos que argumentan a favor de la criónica, como Eric Drexler, confían en la nanotecnología para reparar las células muertas una a una. Para los científicos consultados para este artículo, en cambio, parece claro que la muerte no tiene vuelta atrás. “Algo que está muerto”, asegura Risco, “es muy difícil devolverlo a la vida”. Montoliú lo resume así: “Congelar es muy fácil, descongelar es otra cosa”. “Sustituir los fluidos de un cuerpo por un agente criopreservante y poner este grupo de células en nitrógeno líquido es relativamente trivial. Conseguir que el órgano se pueda descongelar adecuadamente y que recupere la función es otro cantar”. En este sentido, las personas que están preservadas con las técnicas actuales no tendrían muchas posibilidades de ser “reanimadas”, pero nadie niega que algún día se pueda desarrollar una técnica que permita “reanimar” a seres humanos, aunque se está avanzando más por vías como la “animación suspendida”, que no implica muerte, sino letargo y reducción del metabolismo.“Si la humanidad sigue más o menos como vamos”, asegura Risco, “a lo mejor dentro de quince o veinte años podemos hacer algo así”. Y si un día conseguimos que la criónica sea una realidad, el trabajo de estos pioneros empeñados en vencer a la muerte tendrá que ser reconocido.

Publicado el 1 de marzo de 2011 en lainformacion.com