11-1-21 Cada vez que llueve torrencialmente me acuerdo un poco de E. Las gotas caen por sobre el cielo encapotado, los charcos rebalsan, el barro comienza a llenarlo todo. Me acuerdo de E. Porque pienso en su Misiones natal, donde la lluvia, el barro y la belleza de la naturaleza está a flor de piel. Como la lluvia misma, como la tormenta tan ansiada durante el calor infernal. Pero allá llueve muchisimo. Casi que es una condición de la zona. Acá llueve, pero es otra lluvia. Sucia. Pegajosa. Molesta. Sin embargo, me recuerda a E. Porque cuando cae en los charcos, cuando las calles anegadas comienzan a rebalsar en agua, cuando las gotas hacen su danza mágica sobre la superficie asfaltica, cuando todo eso sucede, aparecen las ondas. La geometria del agua. Las vibraciones circulares, el agua moviendose, fluyendo. Circulos concentricos que se van sucediendo dentro de charcos atrapados en parches de brea. Circulos que tienen forma de rulos. Rulos, como los de E. Dorados, blancos, fucsias, brillantes: todo el espectro del arcoiris reflejado en esa mata de rulos. La lluvia, el arcoiris, Misiones y las tormentas de rulos. E, allá lejos, yo, no tan lejos de su geografía, pero tremendamente distante. Muchas veces la extraño a E. Hoy es uno de esos días.