JavaScript es el demonio Ultimamente estoy leyendo cada vez más artículos que se tiran contra JavaScript. Debe ser porque cada vez estoy más del lado anti-GAFAM ^1, usando herramientas de linea de comandos y en el camino de reemplazar mis herramientas de uso diario por software libre. En esa gesta es que uno se encuentra con gente que reniega del JS. Texto-Plano provee un espacio para hostear páginas web. Pero si bien no me lo han prohibido, el uso de JavaScript está contraindicado en un entorno que normalmente usa lynx para navegar por la web. Descontando que ninguno de los otros protocolos servidos por Texto-Plano (gopher y gemini) soportan JavaScript. Hagamos un poco de biografía y pongamos la máquina del tiempo en los días previos a la pandemia, cuando aún no conocía la existencia de los tildes ni de la small web. Yo tenía una web (local, dentro de un pendrive) que usaba dos archivos .js: uno armaba la página (encabezado, navegación, cuerpo y pie de página) y el otro levantaba el contenido desde una base de datos en texto plano. Es decir, que el html de la página sin javascript no era más que cinco etiquetas: HTML, head, body y los dos scripts mencionados. Imagínense mi decepción cuando me encontré con que tenía que volver al viejo HTML puro. Adiós a la carga dinámica de contenidos, a las animaciones y demás chiches visuales que con tanto tiempo y empeño había tenido que aprender. Entendí que una web más limpia requiere sacrificar algunas cosas, en pos de un uso razonable y con economía de recursos. Entonces empecé a ver cómo los grandes sitios web oscurecían su código usando un JavaScript incomprensible. Para que no pudiéramos apropiarnos de sus contenidos. Y ahí entendí otra cosa. La web pasó de ser un espacio de intercambio de información a ser un mercado de consumo. Pensalo un momento: Antes, pagabas una película (un vhs o un dvd) y tenías un objeto. Lo mismo sucedía con el software, comprabas el programa en un cd o en un par de disketes. Ahora pagás una película, un programa, una música y sólo obtenes el derecho de uso por tiempo limitado. Pasamos de ser propietarios de objetos a consumidores de servicios. Nos jodieron en grande. El caso es que más allá de los productos culturales, esta peste se está extendiendo a todos los ámbitos de la vida. ¿Y todo gracias al JavaScript? Claro que no. Pero la herramienta ha sido de gran ayuda. Una de las razones por las que nunca saqué mi web de un pendrive y la publiqué en la web es por la inseguridad de tener un script que cualquiera puede leer y modificar inyectando código. Todo este tema redunda en una toma de posición. Antes quería que mi web fuera atractiva, colores, animaciones y características llamativas. Paneles escondidos que se mostraban al pasar el mouse, colores que cambiaban al actualizar un registro de manera asincrónica, galerías de imágenes llenas de efectos. Ahora quiero que sea simple, que tenga lo menos posible. Apenas un poco de formato y la información disponible sin demasiados rodeos. Antes, google era el modelo a seguir. Seguía de cerca las novedades en materia de herramientas, diseño y usabilidad. Gmail acababa de nacer (solo podías abrir una cuenta con invitación) y el buscador estaba creciendo en prestaciones interesantes. Hasta que un día subí a mi blog una imagen del anillo único de Tolkien con el logo de google. La había hecho yo, pensando en que a este paso, google iba a terminar dominando la red. Poco tiempo después, los teléfonos comenzaron a usar Android y yo entendí que mi chiste se estaba haciendo real. En esa época, el JavaScript se usaba como una técnica llamada AJAX (Asichronous Javascript And Xml) y permitía cargar parte de una página sin tener que recargarla completa. Para mí era magia pura. Y aprendí a hacerla por mi cuenta con mucho esfuerzo. Pero si van a usarla para coartar nuestra libertad, para vigilarnos, para chupar nuestros datos y para vendernos publicidad, entonces te la devuelvo, porque eso es el demonio que hoy nos azota. ^1- Google-Amazon-Facebook-Apple-Microsoft -Facebook debería ser reemplazado por Meta y X debería agregarse a la lista.